A un año del sismo sólo una escuela en Juchitán de Zaragoza ha terminado su reconstrucción.
Niños no tienen espacios para la recreación y viven con miedo.

Por Nelly Segura Granados. Enviada.

Juchitán, 6 Sep (Notimex).- Delfina cierra los ojos cuando recuerda el sismo del 7 de septiembre, ha pasado un año y aún sigue viva en su memoria el recuerdo de su madre gritando, la caída de la casa de sus abuelos, muchas piedras y llanto; en su relato menciona la palabra terror dos veces.

Ella tiene 12 años de edad, juega con sus amigas en el patio de terracería de su escuela provisional, bajo un cielo tan azul y tan cercano que parece que lo tocan cuando estiran las manos, para todas ellas la vida cambio a las 11:45 de la noche de aquel día, el movimiento de la tierra fue tan severo que las despertó de sus hamacas.

La procuradora del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Juchitán, Oaxaca, Coyolicatzin Aquino Castillo, considera que los menores se han tenido que enfrentar la pérdida de sus viviendas, de su escuela, del trabajo de sus padres y en algunos casos de sus seres queridos.

A doce meses de la tragedia reconoce que no hay cifras certeras del número de familias afectadas y mucho menos de los niños, sin embargo, explica que muchos de ellos no han podido integrarse a un hogar y en la actualidad viven en condiciones de hacinamiento en viviendas de otros familiares, en casas temporales donadas por algunas instituciones o en campamentos.

Incluso, dice, hay niños que no pudieron regresar a la escuela simplemente porque sus padres dieron prioridad a otros gastos como el pago de la renta de un lugar para vivir y ahora, ellos colaboran en el trabajo o en el cuidado de sus hermanos y de la casa.

“El avance ha sido muy lento, son pocas las familias que se han reconstruido, pocas las familias que se han reintegrado a un domicilio, es muy lento el avance y el principal problema es que no hay un apoyo directo para cada una de esas familias, el apoyo económico fue insuficiente, ya no hay despensas y la gente sigue teniendo las mismas necesidades”, señala.

Abunda que tan sólo en el municipio 80 escuelas tuvieron daño total y un año sólo una, el Centro Escolar Juchitán, ha sido reconstruida, otras se encuentran en proceso, mientras que unas más ni siquiera han sido demolidas y se pueden ver en medio de los escombros.

La reconstrucción del Centro Escolar Juchitán estuvo a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), institución que en la actualidad realiza la reconstrucción del Hospital General Macedonio Benítez Fuentes y que juntas constituyen las únicas dos obras de gran magnitud en el municipio.

En la explanada del Centro Escolar Juchitán la señora Ernestina espera a sus hijas al finalizar sus clases de primaria a las 12:30, reconoce que son afortunadas por pertenecer a la comunidad escolar que ahora cuenta con instalaciones amplías, incluyentes y con ventilación.

A tres kilómetros de ahí, el Deportivo Binniza alberga a la escuela Cinco de Septiembre en las aulas temporales hechas con lámina, la temperatura alcanza 37 grados centígrados, por ello, la señora Damiana llega minutos antes del toque de la chicharra para llevar a su hijo congeladas y fruta que le permitan mantenerse hidratado.

Ante la problemática el director, Carlos Castillo, admite que la situación de los menores y de los directivos es complicada por las condiciones de la escuela temporal, asegura que desde el 10 de diciembre de 2017 inició la reconstrucción de la escuela, a cargo de una empresa contratada por el gobierno de Oaxaca pero sólo tiene un avance de 20 por ciento en la reconstrucción.

Reconoce que ello, ha impactado en la enseñanza a los menores por lo que calcula un déficit de entre 20 y 30 por ciento en los contenidos educativos en el ciclo escolar pasado que aprobaron aún a pesar de las deficiencias.

“Hemos trabajado con algunas instituciones sobre todo en la cuestión psicológica para apoyar a los niños, lo que los ha ayudado a entender que se trata de fenómenos naturales que nadie va a detener y que hay que aprender a vivir con ellos”, explica.

Por otro lado, el director de la escuela primaria Daniel C. Pineda, Octavio García Sánchez, resuelve que aún con el esfuerzo de los padres de familia, los maestros y alumnos se perdieron cerca de 10 por ciento de los contenidos educativos del ciclo escolar pasado.

En cada uno de los 34 grupos de la escuela asisten de 25 a 30 alumnos que toman clases en aulas de lámina de seis por cuatro metros bajo el inclemente sol, sólo con un ventilador y con una ventana de 40 centímetros como entrada de luz natural. El director confía en que en los próximos meses concluyan las obras de reconstrucción y puedan regresar a clases de manera habitual.

Para Fátima Andraca, coordinadora nacional de respuesta Humanitaria de la fundación Save the Children, la prioridad en este momento es que los niños regresen a instalaciones permanentes a fin de mejorar sus condiciones y su percepción de la seguridad.

Abunda que la situación educativa aún dista de ser normal, aunque también reconoce esfuerzos del gobierno del estado, federal y de diversas instituciones que trabajaron con los menores, primero en la contención y en la actualidad para ofrecer mejores condiciones para su aprendizaje.

Explica que los esfuerzos para la reconstrucción se han focalizado en el centro de las comunidades afectadas (como en el caso de Juchitán), pero en aquellas un poco más alejadas es más notoria la falta del cumplimiento de los servicios educativos y de otros sectores como la salud.

Afirma que hasta el momento es imposible saber cuántas escuelas son las afectadas y cuál es su estatus en la reconstrucción. Del total de escuelas afectadas Save the Children trabaja en 14 en el Istmo de Tehuantepec, con lo que se suma a otras instituciones que continúan con el apoyo en ésta y otras regiones de Tabasco y Chiapas también afectadas por el temblor.

En Unión Hidalgo, Oaxaca, los jóvenes de tres grupos de la Escuela Técnica número 33 toman clases en el patio, cubiertos del sol por un domo, toman apuntes entre el polvo que dejan los ventarrones, sus profesores tienen que gritar para ser atendidos, ellos, prefieren tomar la clase afuera que meterse a las “ratoneras”, es decir, las aulas temporales en las que permanecerían sólo mientras se terminaban los trabajos, lo que se suponía pasaría sólo en unos meses pero que se ha extendido hasta la fecha.

Tras conocer las condiciones de la secundaria, una institución acondiciona unos chiqueros propiedad del centro educativo como aulas provisionales amplías en las que los menores puedan permanecer con mayor comodidad.

En la escuela han quedado suspendidos los incipientes trabajos para reconstruir el área afectada, el material se cubre con lonas, los baños de la institución tiene techo y separaciones de lámina sin ventilación ni luz.

En el aula de medios cerca de 30 computadoras obsoletas permanecen en el suelo de uno de los salones que quedó en pie entre cables y monitores, los jóvenes se han acostumbrado a trabajar sin ellas aunque lo lamentan.

Al respecto de la situación el coordinador académico, Marco Antonio Carrasco, explica que la falta de una escuela en buenas condiciones y en muchos casos también de una casa impacta en el conocimiento de los alumnos, además considera que este periodo de inestabilidad puede impactar sus vidas.

En Unión Hidalgo la escuela Benito Juárez, que es la más antigua del municipio con 100 años, aún no se han terminado las reparaciones cuando sólo sufrió afectaciones menores, los niños juegan entre botes de pintura y escaleras, el director Roberto Matus, espera que se terminen los trabajados lo ante posible.

La sicóloga del DIF municipal, Fany Jiménez Cacique, señala que una de las principales secuelas del terremoto y de la situación posterior que viven los menores, es la tristeza y el miedo;  el principal reto de los padres de familia es explicarles que los temblores son fenómenos naturales que en cualquier momento pueden volver a ocurrir.

“El espacio donde estaba la escuela esta inservible, en las aulas provisionales muchos de los espacios son de terracería, no se sienten con libertad de salir a jugar en las casas que no son de ellos, necesitan espacios de recreación en la escuela y en la casa eso es lo mínimo que necesita un menor y por ahora no lo tienen”, señala.

 


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