Chávez es “patrimonio cultural vivo de la Ciudad de México”; Caetano, Inti-Illimani, Isabel y Tita Parra, Delgadillo y Leticia Servín, “embajadores de la Capital Cultural de América”

Por Juan Carlos Castellanos C.

México, 27 Jul (Notimex).- El canto del músico, instrumentista y poeta brasileño Caetano Veloso se hace sobre el escenario; abajo, la fiesta toma forma y vida al conjuro de los miles de asistentes a la primera jornada del Festival Cantares. Fiesta de trova y canción urbana, en Ciudad Universitaria.

“Las Islas”, legendario espacio abierto de orillas pobladas de árboles y centro de verde pasto ubicado en el centro de la sede principal de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), luce desde las 11:00 de este sábado y durante las siguientes siete horas como pocas veces en las últimas fechas: abarrotada con gente feliz, atraída por la música.

De todas las edades, de todas las condiciones socioeconómicas, de toda la multiculturalidad de la ciudad, las personas que arriban en autos, Metro y/o Metrobús lo primero que hacen es buscar un lugar que les permita ver el escenario y, a la vez, esquivar los rayos del Sol.

Como sea, el clima lo marcan los seres humanos que de pie, sentados, acostados e incluso acurrucados, gozan del arte de la michoacana Leticia Servín, el mexiquense Fernando Delgadillo, la agrupación Inti-Illimani y luego Isabel y Tita Parra, los tres chilenos, para luego dar entrada a Óscar Chávez, originario de la Ciudad de México y concluir con el brasileño Caetano Veloso.

De pronto alguien pregunta la hora, “ya tengo hambre”, se justifica. El poderoso oído del vendedor parece activarse automáticamente a la frase “¿dónde están los tacos de canasta?”; él se acerca y casi a quemarropa escucha un demandante: “dos de chicharrón y dos de papa, joven”.

Los cantautores logran que el tiempo transcurra casi volando; cuando el carioca canta, pasadas ya las 17: 00 horas, se vuelve evidente la merma del contenido de la canasta forrada con plástico grueso color azul.

“¿Tiene refrescos?” pregunta quien, con la avidez de un náufrago, engulle los cuatro mexicanísimos tacos antes de que se fueran a enfriar. “No, ahí sí le fallo”, responde el taquero un tanto cuanto apenado por la omisión.

La fiesta bajo el escenario, con hambre o sin ella, saciada o no, prosigue en “las Islas”, con la Torre de Rectoría y la Biblioteca Central como testigos. Para el calor, raspados de frutas naturales; para el antojo, dulces típicos, semillas y cacahuates; para la emoción, cigarros. Aunque con las manos ocupadas, todos bailan y cantan al unísono… o al menos lo intentan.

Mexicanos y extranjeros que van de paso por el país viven la experiencia de este festival, porque la música es universal. “Vine porque me enteré que estarían artistas de México, Chile, Brasil y no sé qué otros países más”, dice a Notimex Cindy MacGregor, estudiante nacida en Estados Unidos y que hace aquí una estancia académica.

Caetano sigue cantando, ahora la prometida Cucurrucucú, paloma, en compañía de sus hijos Moreno, Zeco y Tom con sendas guitarras. El silencio del público es notorio ante la versión acústica del tema que Tomás Méndez compuso en 1954.

Pero la nota que alegra a los mexicanos llega al término del concierto masivo, en voz de José Alfonso Suárez del Real, titular de la Secretaría de Cultura del gobierno capitalino, que ha organizado del evento junto a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ante las 20 mil personas con almas de trovador que oficialmente viven esta primera jornada de Cantares, el funcionario nombra al compositor, cantante y actor Óscar Chávez “patrimonio cultural vivo de la Ciudad de México”, mientras que el resto de los artistas participantes se convierten en “embajadores de la Capital Cultural de América”. Sólo eso.


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