Desde hace alrededor de dos décadas, ante el impulso de la filosofía de la calidad total en el mundo empresarial, se extrapoló el concepto de “CALIDAD” a la educación, atendiendo a la búsqueda de la eficacia y eficiencia de los procesos educativos, centrados en la importancia de los esfuerzos para lograr altos estándares de desempeño en los actores educativos: desde el nivel jerárquico superior en los procesos de toma de decisión cupular por las autoridades y como fluye las ordenes y la información hacia los mandos inferiores, directivos, maestros, padres de familia y alumnos.

En la mentada reforma educativa de la #4T incorporaron un nuevo concepto: la EXCELENCIA EDUCATIVA. Esto sin duda es un elemento innovador, que ya hasta donde se conocía existen procesos muy claros para consolidar la “calidad educativa”. ¿Qué debemos entender por excelencia educativa?

Por lo menos, en lo que se refiere a la cuestión de acreditación y promoción ante los tiempos de la pandemia, nos queda claro que las decisiones académicas tomadas por la Secretaría de Educación Pública, a cargo de la maestra Delfina Gómez, se aleja de dicho concepto.

Es muy cierto que la desigualdad siempre ha estado y estará presente en todo sistema educativo. Aunque exista compromiso del Estado en el esfuerzo por favorecer la educación y abatir los obstáculos originados por la marginación y la vulnerabilidad, el mismo contexto multifactorial el éxito puede depender del contexto familiar, la disponibilidad de recursos personales y hasta de las habilidades y condiciones socioemocionales de los estudiantes y el seguimiento que se hagan, durante el proceso educativo, de las incidencias que afecta un proceso de enseñanza – aprendizaje.

No podemos negar que el covid-19, por el confinamiento y la política de sana distancia, vino a modificar la practica educativa. A nivel federal se regresó al modelo de educación televisiva, mientras que también se abrió la posibilidad de que los maestros tomen decisiones con respecto a la forma de interactuar con sus estudiantes que fue desde fotocopias distribuidas en comunidades, algunos por vía telefónica y hasta por Whatsapp, así como también de la implementación de plataformas.

La educación, en estos últimos 17 meses, se transformó al retomar la importancia de la influencia de padres de familia al confinarse los alumnos a la casa. No podemos dejar de señalar que es una obligación constitucional del buen mexicano procurar la educación de sus hijos. La responsabilidad de la educación básica es de forma primigenia de los padres y complementaria por el Estado, como garante del interés público, de dotar la infraestructura que la provea a la sociedad.

Los maestros solo estamos para operacionalizar e instrumentar ese esfuerzo educativo con la planeación, la impartición de los cursos y asignaturas y la evaluación que acredite y certifique los conocimientos, habilidades y actitudes o valores que capaciten a los estudiantes para un avance o promoción para el siguiente curso escolar.

Es una realidad que este proceso educativo en la pandemia no fue sencillo para nadie. Ni para las autoridades, ni los maestros, menos para los alumnos y sus padres de familia. Pero tampoco se puede negar las múltiples acciones afirmativas que desde la esfera del gobierno se emprendió, las decisiones y actos educativos de maestros, así como alumnos y familias que entendieron el escenario adverso y a pesar de todas las dificultades hicieron lo posible para lograr la adquisición de aprendizajes en este difícil curso escolar.

Ante el escenario adverso, la secretaría de educación pública ha emitido una normatividad con respecto a las calificaciones y aprobación de cursos donde se afirma que todos los alumnos promueven, de forma general, en el nivel de educación básica que comprende primaria y secundaria.

Se entiende que hay situaciones que no pudieron resolverse por la multiplicidad de factores que lo impidieron. En sentido estricto, la normatividad acepta excepciones que pueden regularse para casos específicos. El problema radica cuando se generaliza las excepciones y se pierde el espíritu originario de la norma. En este caso, la aprobación de un curso debe depender en un sentido estricto en la demostración y evidencia de los logros académicos alcanzados por los estudiantes conforme los objetivos y metas educativas establecidas en los planes y programas de estudio.

Así como hay alumnos, junto con sus familias, que tuvieron dificultades para completar el proceso educativo, también hay muchos que fue más por DESIDIA, FLOJERA, DESGANO y, por IRRESPONSABILIDAD, no se aplicaron al curso y que hoy, por “decreto institucional” ya quedan promovidos a otro curso escolar.

¿Qué tipo de EXCELENCIA EDUCATIVA estamos hablando y consolidando en nuestro sistema educativo en los tiempos de la #4T?

La que se fundamenta en la “hue..va” para todo un curso escolar, total… al final, nos estarán “premiando” con el “paso automático”.

¿De qué sirvió entonces el esfuerzo de los maestros en buscar estrategias para facilitar el acceso a la educación si al final al que no lo dio la gana sigue aparentemente su camino normal?

Para el que desconozca, es preciso establecer que a lo largo del curso en los famosos “CONSEJOS TÉCNICOS ESCOLARES” se estuvo dando un seguimiento a los alumnos que tenían problemas de conectividad o comunicación con el análisis de estrategias para apoyarlos y ayudarlos. Así lo mandó la SEP con el acuerdo 26/12/20.

Los maestros saben muy bien, quienes tuvieron base y fundamento para ello y quienes, por más que se les hablaba u ofrecían alternativas no les interesó el proceso educativo de sus hijos. A estos últimos la decisión de la SEP les “cae como anillo al dedo” y lamentablemente se consolida la actitud del mínimo esfuerzo y la dependencia a la dávida gubernamental.

¿Y esto es excelencia educativa?

La verdad… como maestro, me es difícil calificarlo así.

 

AL CALCE. Los alumnos, así como familias, que realmente tuvieron problemas de comunicación por circunstancias ajenas a su control se les debe generar estrategias de compensación o nivelación para continuar con el proceso.

La base crítica de este análisis es para las familias y alumnos que no hicieron el esfuerzo para incorporarse al trabajo educativo y hoy salen premiados.

 

 

 

 


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