Nadie esperaba lo que sucedería en cuestión educativa cuando se empezó a conocer en febrero de 2020 la existencia del Covid-19 y su avance al mundo hasta que alcanzó a nuestro país. Ante la sorpresa quedo, en una primera instancia, decretar la suspensión de la actividad escolar presencial. Un cierre que se esperaba momentáneo pero que continuó hasta la clausura del curso escolar 2019-2020.

Durante los preparativos del curso escolar 2020-2021 se consideró la alternativa de un sistema híbrido, para lo cual se contrató para el sistema educativo nacional la plataforma G-Suite y se impartió capacitación a los docentes. Sin embargo, la decisión final del gobierno fue volcar el esfuerzo educativo con la plataforma televisiva de Aprende en Casa y dejo libres a los maestros para que utilizarán cualquier sistema a distancia como la plataforma G-Suite, videoconferencias Zoom, WhatsApp y hasta fotocopias distribuidas a los alumnos.

En un sentido estricto la escuela nunca ha cerrado. El gobierno asumió con la plataforma Aprende en Casa el esfuerzo para darle continuidad al proceso educativo. A lo largo del año, se fueron a instrumentar diversas estrategias para la atención de las necesidades por falta de conectividad de alumnos y otras situaciones problemáticas. Inclusive se trabajó fuera de turnos escolares, ya muchos maestros ajustaron sus estrategias en función de las circunstancias del contexto y realidad de los padres de familia.

Ahora las reglas han cambiado. Sin socializar las alternativas con los maestros y por vía decreto el gobierno ajusta la educación como actividad esencial y ya no importa el color del semáforo epidemiológico, cuando desde un inicio se estableció para un regreso seguro el verde.

A lo largo de estos días, desde el 16 de agosto se ha evidenciado una falta de organización y descoordinación en el establecimiento de las estrategias federal y estatal. Hasta el presidente López Obrador reconoció falta de su aprobación para la carta de corresponsabilidad; y en el caso de Yucatán, la presentación de una estrategia diferente a la sociedad yucateca de la que originalmente presentó a los maestros en el primer día de trabajo.

La gran mayoría de los docentes no descarta la importancia de regresar a las clases presenciales. Pero ha sido el gobierno mismo quien ha sembrado las dudas e incertidumbres en el proceso para el retorno que no se ven condiciones de seguro. Recordemos que para el inicio del curso escolar 2020-2021 se ejerció una estrategia de comunicación con el secretario de educación pública federal, en ese entonces Esteban Moctezuma Barragán para mantener informada a la sociedad en general y la comunidad educativa de las acciones en materia educativa preparativas para el curso. En esta ocasión no existió nada por el estilo aún cuando hubo un cambio sustancial para que la educación empezará a ser considerada esencial.

Una cosa es cierta. Aunque “llueve o truene” se abre el curso escolar 2021-2022 a la presencialidad de forma voluntaria, por decreto legal, político y administrativo sin consideraciones pedagógicas que orienten la acción educativa. Para la autoridad educativa lo importante es abrir para ya afirmar que la pandemia está por fin está “domada”. Esto sin importar que México se encuentra en picos y récords de contagio. Que, por cierto, el gobierno de Yucatán cataloga como “estable” al mantenerse desde hace aproximadamente dos meses arriba de 250 contagios y hospitalización en promedio. En nuestra entidad solamente si se comprometiera la capacidad hospitalaria entonces se regresaría a clases virtuales. Lo que algunos interpretan como un acción más reactiva que preventiva.

¿De qué sirvió entonces la contratación de la plataforma G-Suite y capacitación de maestros, la creación de cuentas institucionales de correo para esa modalidad de trabajo y las tantas horas de producción y difusión de programas educativos “Aprende en casa”?

No ha faltado quien aduce como flojos y faltos de compromiso de los docentes por estar a favor de la apertura y el presidente como siempre en su discurso político polarizado culpa a los conservadores de los pronunciamientos en contra. Claro que hay maestros que se han aprovechado de la situación por la falta de mecanismos de control por parte de las autoridades al dejar a los docentes a un libre albedrío y hasta cierto punto dedicar el esfuerzo por vía televisiva con las diversas versiones de Aprende en Casa.

Porque al final lo penoso es reconocer que nunca hubo una propuesta pedagógica que orientará la acción educativa del curso escolar 2020-2021, aun cuando hubo cuatro meses (marzo, abril, mayo y junio) para prepararla y ahora, lo mismo, no hay un lineamiento técnico pedagógico para un curso 2021-2022 aun cuando se tuvo todo un curso escolar para planear, socializar e instrumentar alguna propuesta. Una demostración que las formas de conducir y tomar las decisiones en la educación siguen siendo las mismas, más por cuestiones políticas y de escritorio que realmente enfocarse a crear un modelo educativo con fundamento pedagógico que combata la desigualdad educativa que conduzca a un mayor fortalecimiento social.

Por ejemplo, si una escuela no tiene internet y por obviedad no puede ofertar la modalidad de clase virtual, la indicación “brillante” de quien diseñó esta estrategia prevé que sean los padres quienes reciban de los maestros la orientación para que en casa el alumno desarrolle las tareas. Luego entonces ¿los maestros estarán enseñando a los padres de familia a enseñar a sus hijos? … En verdad ¿se puede considerar esto una propuesta pedagógica efectiva?

Es por eso y otras cosas más, que hay resistencia de los maestros cuando afirman que no hay condiciones para el regreso. Desde escuelas en malas condiciones por falta de mantenimiento y carencia de infraestructura para clases a distancia en la modalidad híbrida, falta de claridad en los lineamientos y desorganización evidente de las autoridades educativas y una improvisación de métodos y estrategia pedagógicas, son argumentos válidos que objeten la intención de la autoridad educativa de reabrir las instituciones escolares a la presencialidad. Lo más grave porque no se siente reconocidos y mucho menos parte de un esfuerzo educativo que al final son ellos quienes dan la cara y con su trabajo se producen o no los resultados que la sociedad espera y les demanda.

 

 

 


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