Desde increíble, patético, vergonzoso y condenable con las expresiones que describen lo que aconteció el día de ayer en el estadio de Querétaro. Como muy pocas veces se exacerbaron los ánimos y la violencia se hizo presente de forma desbordada y no importo al final si los agredidos eran mujeres o niños. Lo que vio por televisión y ya se proyecta en las redes sociales no corresponde a un ambiente deportivo y de convivencia familiar aun cuando sabemos muy bien que las emociones están a flor de piel en cualquier partido de fútbol.

Pero más allá de estas iniciales consideraciones, es preciso tomar este incidente como un punto de referencia e inflexión para establecer acciones que nos permitan erradicar los comportamientos violentos y aspirar, por lo menos, a una convivencia más solidaria, empática y pacífica.

Este incidente se presenta cuando estamos saliendo los mexicanos de una cuarta ola de la pandemia Covid-19 que por casi dos años nos ha mantenido en el confinamiento. Hasta estos últimos tiempos vamos cayendo en la conciencia de los daños a la salud mental y el control socioemocional que es producto y consecuencia no solo del encierro, sino de los procesos de duelo e impotencia ante la perdida de familiares y amigos. No es ajeno a esta realidad el aumento de la violencia familiar derivado de la convivencia forzada de los miembros de familia en los espacios de vivienda que por ser reducidos conllevan a una interacción con mucha presión en la dinámica familiar.

No hay ninguna duda que el confinamiento, al encerrarnos en las casas, muchos han perdido empleos por el cierre de los negocios. Esto sin duda genera una mayor presión sobre las personas que ven frustrada su vida cotidiana para conseguir alimentos, pagar los servicios públicos, comprar los enseres o productos que una persona necesita para vivir. Los costos de tratamiento del Covid-19y las secuelas también ha impactado significativamente a muchas familias que ante la enfermedad también han perdido mucho de su poder adquisitivo.

Esto debe ser una lección que debemos considerar en este periodo de la reapertura económica y el regreso a muchas actividades presenciales tanto sociales, recreativas como de trabajo y hasta educativas.

Seamos conscientes de que hay un gran déficit en el manejo y control de emociones. Que si bien se puede reconocer el esfuerzo de las autoridades de los tres niveles de gobierno para procurar la cobertura de la vacunación, como un elemento para recuperar la cotidianidad que teníamos antes de la llegada del Covid-19, es también necesario, establecer políticas públicas y de atención para la contención de las crisis emocionales. Tan solo en Yucatán, por poner un ejemplo, la tasa de suicidios ha aumentado en el último año enmarcado en el contexto de la pandemia.

Estamos los mexicanos en un punto de inflexión socioemocional en esta reapertura económica que no cuidado los detalles o careciendo de políticas públicas o acciones afirmativas para ayudar a la sociedad a reincorporarse a la vida cotidiana, el estrés y la violencia, pueden ser el cultivo de situaciones similares o peores de las ayer vividas en el estadio de fútbol de Querétaro.

Es importante que se propicien la apertura de la actividad económica, social y recreativa, como las escuelas y los trabajos presenciales. Pero no olvidemos que también somos humanos que hemos pasado muchas experiencias de por sí traumáticas y difíciles socioemocionalmente que hoy afectan la dinámica de convivencia social.

 

 


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