Por David Stanway y Martin Quin Pollard

SHANGHÁI/PEKÍN (Reuters) – Tesla operaba su planta de Shanghái muy por debajo de su capacidad el martes, mostrando los problemas a los que se enfrentan las fábricas de esa ciudad al tratar de aumentar la producción bajo un confinamiento por el COVID-19 cada vez más estricto, mientras que Pekín, la capital de China, seguía luchando contra un pequeño, pero esquivo, brote.

Muchos de los cientos de empresas que han reabierto sus fábricas en Shanghái en las últimas semanas se han enfrentado a dificultades para volver a poner en marcha las líneas de producción y mantener a los trabajadores en un sistema de “circuito cerrado”.

Incluso si consiguen que todo funcione bien, estas empresas dependen de proveedores que se enfrentan a retos similares.

La última señal de lucha por aumentar la producción bajo las normas del COVID-19 vino de la planta de Tesla en Shanghái, cuya reanudación hace tres semanas recibió una generosa cobertura en los medios de comunicación estatales como ejemplo de lo que todavía se puede lograr a pesar de las restricciones.

El fabricante de automóviles estadounidense ha detenido la mayor parte de su producción en la planta debido a problemas para conseguir piezas, según un memorando interno al que tuvo acceso Reuters.

Tesla había planeado hasta la semana pasada aumentar la producción a los niveles anteriores al confinamiento para la próxima semana.

Entre los proveedores de Tesla que se enfrentan a dificultades se encuentra el fabricante de arneses de cables Aptiv después que se encontraran contagios entre sus empleados, dijeron fuentes el lunes.

Vídeos publicados en internet la semana pasada mostraban a decenas de trabajadores de Quanta, proveedor de Apple y Tesla, abrumando a los guardias de seguridad con trajes de protección y saltando las puertas de la fábrica por temor a quedar atrapados en el interior en un contexto de rumores de casos de COVID-19.

Las restricciones por el COVID-19 en Shanghái, Pekín y docenas de otras grandes ciudades y fábricas en toda China están cobrando un alto precio en la segunda mayor economía del mundo, con importantes repercusiones globales en el comercio y las cadenas de suministro.

La incertidumbre sobre las perspectivas económicas de China es elevada y los economistas no pueden juzgar con precisión cuándo podrá el país controlar el COVID-19 y durante cuánto tiempo, ni cuál será el coste final.

“Es probable que el crecimiento en China siga siendo rehén del curso de la pandemia durante la mayor parte del año”, dijeron los analistas de Fathom Consulting en una nota.

Los mercados chinos tuvieron otro día difícil el martes.

Shanghái, un centro vital para el comercio, las finanzas y las manufacturas para China y otros países, con una población de 25 millones de personas, soportaba su sexta semana de confinamiento en toda la ciudad.

El aislamiento prolongado y despiadado choca cada vez más con un mundo exterior que vuelve poco a poco a su modo de vida anterior a la crisis, aunque los casos se extiendan.

China ha amenazado con emprender acciones contra los críticos de su política de “cero contagios”, que, dice, tiene como objetivo “anteponer la vida” y evitar los millones de muertes causadas por el virus en todo el mundo.

PERIODO CRÍTICO

El número de nuevos casos de COVID-19 en Shanghái ha ido disminuyendo desde hace casi dos semanas, pero siguen siendo miles y las restricciones se han endurecido.

“Todavía estamos en un periodo crítico de prevención y control de la epidemia”, dijo Sun Xiaodong, subdirector del Centro Municipal de Control de Enfermedades.

La ciudad estaba haciendo lo que esperaba que fuera un último esfuerzo para acabar con los contagios descubiertos fuera de las zonas que se enfrentan a las restricciones más estrictas, el indicador más importante para saber si el virus está bajo control.

Aunque no hubo ningún anuncio oficial, muchos complejos residenciales recibieron avisos de que ya no se permitiría salir a la gente, que antes había podido dar breves paseos o hacer compras rápidas.

En algunos casos, comunidades enteras han sido puestas en cuarentena porque un vecino ha dado positivo. Muchos residentes de Shanghái tienen que hacer una prueba rápida de antígeno en casa, horas antes de hacer la prueba PCR obligatoria en la comunidad.

El testeo también forma parte de la rutina diaria en gran parte de Pekín.

La capital no ha visto crecer su número de casos diarios más allá de varias docenas desde que comenzó su brote el 22 de abril. Pero también le ha resultado difícil reducirlas de forma significativa.

Por ello, las restricciones se han endurecido gradualmente.

En una zona del suroeste de la capital se prohibió el lunes a los residentes salir de sus barrios y se ordenó el cese de todas las actividades no relacionadas con la prevención del virus.

En otros lugares, se ha ordenado a algunos residentes que trabajen desde casa, se prohibió el servicio de comidas en restaurantes, se cerraron parques, algunos centros comerciales y otras tiendas y se suspendió una parte importante de las rutas de transporte público.

 

 

 


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