Al inicio de este curso escolar que representa el regreso a la actividad presencial se ha suscitado con mayor fuerza el cuestionamiento a ciertas normas de reglamento que, tiempo atrás, se consideraban esenciales para la formación de la disciplina social.

Ante los reclamos de alumnos que insisten en que el tamaño de pelo o el color de este no tiene nada que ver con el aprendizaje, la autoridad que vigila y previene la discriminación, la CONAPRED, ha concedido razón y exhortado a los colegios públicos y privados a cambiar sus reglamentos para evitar, a decir de ellos, la discriminación.

Sin embargo, hay que reconocer que una EDUCACIÓN INTEGRAL no puede desajenarse de la realidad y practica social, donde tenemos un sistema normativo mucho más amplio que la propia norma jurídica.

Los sistemas normativos están configurados para proporcionar las reglas de conducta social sobre la cual se espera que la sociedad pueda funcionar de forma correcta y pertinente. Al final, todos estamos sujetos a cumplir con determinados parámetros esperados para evitar los conflictos que generen inestabilidad y que se rompa la paz y armonía social.

De este modo entendemos que ir a un concierto de gala de la Orquesta Sinfónica en short, camiseta y gorra playera causaría que no se permitiera el acceso a la sala del concierto. Si nos vamos a la base argumentativa de que uno tiene la libertad de vestir como quiera, entonces ¿por qué en el contexto ejemplificado se prohibiría el acceso?

La respuesta es muy simple, porque nadie en su sano juicio aceptaría que la libertad es un término absoluto para aplicarse a los deseos e intereses de un individuo específico, sino que se adapta a las necesidades e intereses colectivos que surgen en el seno de la sociedad para garantizar que las normas sociales coadyuven a construir una sociedad respetuosa.

La escuela es el espacio de aprendizaje no solo de conocimientos o habilidades, sino también, debe ser garante de las enseñanzas que permite la sana interacción social entre los individuos y los grupos sociales, que van más allá de los intereses o gustos personales.

¿Acaso en una familia de bien permitirán que sus hijos invocar a otro miembro de la familia los hagan a “mentadas de madre”? Si vamos al extremo interpretativo de la autoridad que busca prevenir la discriminación, esto debería dejarse de hacer y aceptar que es una característica más de la libertad de expresión del menor por lo cual hay que respetar para no coartar su derecho del “libre desarrollo de su libertad”

No es la escuela entonces la que está mal, sino la gran permisividad de padres de familia que en aras de no generar conflictos con los menores les permiten todo, sin importar que algunas medidas sociales e implementadas en las escuelas enseñan sobre el respeto a las normas y a la disciplina social.

Tal vez por ello, cada vez vemos más “niños emperadores” que solo saben exigir derechos sin razones y no cumple con sus responsabilidades y obligaciones. Niños que no pueden ser contralados en el seno de la familia y que tendrán, en consecuencia, muchos problemas de adaptación social ya que estarán acostumbrados a imponer puntos de vista particulares, sin consideración de las necesidades colectivas.

¿Acaso esto quiere la CONAPRED? ¿Qué aumente la disfunción social por permitir a las nuevas generaciones a hacer lo que quiera?

Los reglamentos con las exigencias de etiqueta en uniformes, cortes de pelo y otras medidas no tienen la intención de causar una denigración de la personalidad, ni tampoco una discriminación. Algo que debería iniciar desde casa en la formación y consolidación de los valores sociales que permitan comprender y aplicar conductas que respeten normas de convivencia social.

 

Al calce. La disrupción empieza desde casa. Un padre de familia pregunta al director de una escuela si en la institución se permite el pelo largo. El director al confirmar la norma provoca que el padre de familia arengue contra el hijo diciendo “…ya lo vez, aquí no se permite, así que ahora te lo cortas”. En otro caso, una madre de familia le pregunta al director “¿Le van a decir a mi hijo que no debe ir con el pelo pintado? Cuando le digan, yo le comentó en la casa para que se lo despinte”.

La pregunta que se deriva de ambas situaciones que son anécdotas reales ¿Por qué los padres no asumen la responsabilidad de educar a sus hijos con respeto a sus normas?

Hoy están dejando la responsabilidad a la escuela y literal, la dejan “sola” y sin las herramientas para la educación de los hijos… esto será el tema de un posterior análisis.

 


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