Bogotá, 3 abr (EFE).- Alexander von Humboldt no fue colombiano, pero su importancia para la ciencia e incluso la política del país, queda reflejada en el nuevo libro de William Ospina, un viaje por la travesía del reconocido científico alemán que es “un ejemplo de lo que va a tener que hacer la humanidad para reencontrarse con el mundo”.

“Humboldt mostró que no basta conocer, sino que hay que sentir el mundo, conocerlo con todo el cuerpo y no solo con la mente”, y esa es la “gran lección” que dejan su obra y sus expediciones, un espíritu que trata de rescatar en su nuevo libro, una ficción que se convierte en un “retrato muy personal del personaje y su aventura, cuenta Ospina en una entrevista con EFE.

Ospina llevaba “muchos años” queriendo escribir un libro sobre Humboldt (1769-1859) y a medida que avanzaba en la investigación para este proyecto se asombró más con el personaje, “con la importancia de los hechos que vivió y de las consecuencias de esos hechos para nosotros y para el mundo”.

“Pondré mi oído en la piedra hasta que hable”, publicado por Penguin Random House, es el fruto de esta “creciente pasión” de un escritor colombiano por un científico alemán que nació y murió en Berlín pero que en sus expediciones recorrió medio mundo. Fue un geógrafo, astrónomo, naturalista y explorador que abordó muchas disciplinas científicas y que trascendió por sus descubrimientos.

El libro es un “esfuerzo por acompañar a Humboldt en algunos de los tramos de su viaje y un esfuerzo por ver al hombre a través de los sitios que visitó, las aventuras que vivió, por reencontrar las emociones que él no siempre confesó que había vivido”, afirma Ospina.

HUMBOLDT EN COLOMBIA

Alexander von Humboldt llegó a la Nueva Granada, nombre de lo que hoy es Colombia, por casualidad, no estaba en sus planes visitar esta tierra. Sin embargo, una corriente que se les atravesó navegando entre Trinidad (Cuba) y el istmo de Panamá casi los hizo naufragar y los persiguió hasta la península de Barú, cerca de Cartagena de Indias.

“Salir de Europa era muy difícil. Trazarse una ruta muy precisa lo era también, y a Humboldt le ocurrió el hecho curioso de que las mejores cosas que encontró y los descubrimientos más importantes y los hallazgos más definitivos los hizo donde no pensaba siquiera ir”, explica Ospina.

Su llegada a la Nueva Granada fue algo “definitivo” para su aventura científica y para la narración de su viaje. Haber conocido la expedición botánica de José Celestino Mutis, “que prácticamente le educó los ojos para ver la flora equinoccial”, y el haberse encontrado con Francisco José de Caldas le ayudó a concebir mejor esa nueva ciencia que es la geografía moderna.

Estuvo nueve meses recorriendo la actual Colombia y conoció, además de Cartagena y Bogotá, la cordillera de los Andes -donde tuvo que usar 12 bueyes para atravesarla con todo su instrumental-, la laguna de Guatavita, las minas de sal de Zipaquirá y el Salto del Tequendama, donde quedó “fascinado del templo de la naturaleza que es”.

Todo esto en una comitiva “muy vistosa, muy cinematográfica” que los colombianos de aquella época no sabían si eran “magos, brujos o adoradores de la luna”, bromea Ospina.

“Recorrió todo el territorio” y eso le permitió descubrir “el banco de biodiversidad que hay en el litoral del Pacífico”, así como explorar las cuencas del Orinoco y del Amazonas.

LA IMPORTANCIA DEL CIENTÍFICO

“Para mí, es el último hombre que vio el mundo con plena conciencia intacto antes de que empezara esta terrible transformación del planeta y este saqueo, esta depredación de los recursos, así que asistir al viaje de Humboldt, ver cómo era el mundo por última vez intacto es cada vez más importante para nosotros”, cuenta el escritor.

Y aunque la importancia del explorador siempre fue considerada en términos científicos especializados por parte de botánicos, geólogos, astrónomos, con el tiempo se ha demostrado que fue uno de los fundadores de la ecología, relata Ospina.

El autor además pone en valor el papel que tuvo el científico alemán en la historia de la independencia de América Latina: a su regreso, en París, se encontró con un aún joven y sin ideas de independencia Simón Bolívar.

Humboldt “no le presentó su gran informe ni a la Corona española ni a Napoleón Bonaparte, sino casualmente, una noche conversando, a Simón Bolívar. Y eso marcó el destino de Bolívar, de tal manera que ese día comprendió cuál iba a ser su futuro y cuál iba a ser su rumbo”, detalla el escritor.

Además, fue un “interlocutor” entre los países americanos y Europa, ya que estos “eran casi invisibles” para la ciencia y la filosofía europea de la época. Tras su vuelta, estos paisajes “se volvieron el sueño de la Europa del siglo XIX y el sueño del arte romántico”.

Ospina lo tiene claro, Humboldt es el ejemplo que deberá seguir la humanidad “para reencontrarse con el mundo, con la naturaleza: Ya basta de estudiar los bosques en unas aulas lejos del mundo y de estudiar los mares en unas universidades lejos del mundo”, dice.

Laia Mataix Gómez

 

 

 

 


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