Sevilla (España), 6 abr (EFE).- “Mucho más feroz que todas las batallas navales de la historia” fue el escorbuto, explica a EFE el historiador español Vicente Ruiz García, quien atribuye a España los principales avances para combatir esta enfermedad, que se conoció como “la peste de las naos” por sus estragos en la marinería.
Numerosos médicos y marinos españoles, como el misionero agustino y médico de Felipe II Agustín de Farfán, el capitán de comienzos del siglo XVII Mateo Vizcaíno y el jesuita asentado en Nueva España Juan Esteyneffer (1664-1716), incorporaron el ácido ascórbico de los cítricos y cierta variedad de verduras a la dieta de las embarcaciones para prevenirla.
Y también el cirujano de la Armada Pedro María González, galeno de la Expedición Malaspina (finales del siglo XVIII), según enumera Ruiz García en su último estudio sobre la navegación, “Españoles contra el escorbuto”, publicado por la Universidad española de Jaén.
Igualmente actuaron “un buen número de maestres y capitanes de navío que hacían la ruta del Cabo de Hornos a los puertos del mar del Sur antes de 1750”, según el historiador.
Contradice así “la idea generalizada durante el siglo XX” de que fueron el médico británico James Lind y su compatriota el capitán James Cook quienes derrotaron a la temible enfermedad.
Está causada por la falta de vitamina C, lo que produce hemorragias y debilidad general, ya que las largas travesías desde Europa hasta América y más allá impedían la conservación de alimentos frescos.
“No existe un solo descubridor del remedio, sino que éste fue fruto del conocimiento acumulado durante siglos por científicos y marinos, muchos de ellos cirujanos navales, capitanes y maestres españoles que desafiaron durante más de cuatro siglos al mayor enemigo de la navegación a vela”, según Ruiz García.
El historiador ha investigado en el Archivo General de Indias de Sevilla (sur español), ciudad desde donde partieron numerosas expediciones oceánicas durante varios siglos.
También ha incorporado documentos del Archivo del Museo Naval de Madrid, del Archivo General de Marina Álvaro de Bazán del Viso del Marqués (Ciudad Real) y de la Biblioteca de la Real Academia de Medicina de Madrid, entre otras fuentes de información.
Ruiz García precisa que, pese a estos conocimientos científicos y avances en la dieta de los marineros, el escorbuto reaparecía periódicamente, como ocurrió en la fragata acorazada española Numancia durante la vuelta al mundo en fecha tan tardía como 1864.
Según Ruiz García, alimentar y preservar la salud de las tripulaciones de las grandes travesías entre los siglos XVI y XVIII supuso “una proeza” y “un reto para la ciencia y la tecnología de los alimentos en la época de los grandes veleros, cuando el viento gobernaba en los mares”.
Alfredo Valenzuela
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