29 de mayo de 2023. Seis décadas después de ser escrita, el sello Voz de Papel publica en España “Rosa viva”, relato con el que el autor de “Marcelino, pan y vino”, José María Sánchez-Silva, quiso responder a su exitosa obra. 

Sánchez-Silva (1911-2002) fue un periodista y escritor que se formó en la escuela de El Debate, diario de la Asociación Católica de Propagandistas, fundado por el que terminaría siendo el Cardenal Ángel Herrera Oria. 

Tal y como explica en la nota introductoria a “Rosa viva” su editor, Álex Rosal, a Sánchez Silva le encargaron escribir un serial -“algo ligero”- para publicar en el diario “YA” durante el verano de 1951. 

Para ello “echó mano de un cuentecito que su madre le contaba en esas noches en las que apenas podía llevarse a la boca un trozo de pan duro y una taza de leche”, refiere Rosal. 

En efecto, Sánchez Silva quedó huérfano de padre a edad temprana y estuvo en tres asilos de beneficencia durante los años 20 del pasado siglo. 

Esa publicación por entregas titulada “Marcelino, pan y vino” fue un éxito tal que al año siguiente se editó como libro y se convirtió al poco tiempo en un superventas mundial. 

En 1954, el cineasta húngaro Ladislao Vajda llevó la historia al cine, en la que brilló el niño actor Pablito Calvo. También se realizó una versión cinematográfica en italiano, una serie de dibujos animados en España y una telenovela, “Rayito de luz”, en la mexicana Televisa.

“Pagar una deuda”

“Es un relato que discurre, creo, al encuentro del tiempo ganado. Trato con él de pagar una deuda. Es una deuda que contraje en otra historia, hace años, llamada ‘Marcelino, pan y vino'”, dejó escrito el autor sobre “Rosa viva”.

La novela, que se publica seis décadas después, fue escrita entre 1954 y 1963 y contaba con un precontrato para ser llevada al cine también bajo la dirección de Vajda. 

Según revela Álex Rosal, en el original manuscrito Sánchez-Silva afirma de forma esquemática: “Contento. Trabajar. Dar a leer (no leer yo). Censura eclesiástica. Esperar. Publicar sin prisa”.

En efecto, el autor, un “católico devoto” en palabras de Rosal, “quería cumplir con lo establecido por la Iglesia”, en un tiempo en el que cualquier publicación de temática religiosa católica debía contar con el “nihil obstat” [no hay objeción] de la autoridad eclesiástica. 

Se trataba de un momento especialmente relevante y delicado de la historia reciente de la Iglesia Católica, que entre octubre de 1962 y diciembre de 1965 celebró el Concilio Vaticano II. 

“Parece ser, según señala su hija Sara, que algún eclesiástico recomendó que se ralentizara su publicación. No era el momento. Había demasiado ruido; el Vaticano II; los cambios que se vislumbraba… En fin, era mejor esperar”, relata Álex Rosal.

 

 

 

 

 

 

 

FUENTE: ACI PRENSA


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