En un primer acercamiento objetivo, la presidenta electa Claudia Sheinbaum ya ha asegurado un lugar en la historia de México: será la primera mujer en jurar como titular del Poder Ejecutivo del Supremo Poder de la Federación. Sin duda, llega no solo como la favorita, sino también como una aliada fiel y discípula del actual presidente López Obrador, con el propósito de consolidar lo que han llamado el segundo piso de la Cuarta Transformación.

Sheinbaum tiene la oportunidad histórica de completar lo que quedó pendiente durante el sexenio de López Obrador: la construcción de un nuevo régimen político que se sustente en un auténtico bienestar para todos los mexicanos. Al final, los años de López Obrador serán recordados como un periodo de catarsis y polarización, caracterizado más por la confrontación política contra los “adversarios” del movimiento 4T, sin lograr los consensos necesarios para la reconstrucción del sistema político, deteriorado por la corrupción y las políticas de mercado y desigualdades heredadas de los gobiernos anteriores.

Ahora, la base social electoral es muy amplia, incluso mayor que la obtenida por López Obrador en 2018. Además, la futura presidenta cuenta con un amplio margen de maniobra en los órganos legislativos, el respaldo de los gobernadores del movimiento y los congresos estatales, lo que le permitirá consolidar decisiones y acciones políticas para transformar realmente al país. Incluso, enemigos y contrincantes políticos del pasado reciente se han “convertido” en fervientes seguidores de la Cuarta Transformación, lo que implica un capital político importante para la operación en el territorio.

Sin embargo, no es recomendable caer en la soberbia extrema y el autoritarismo. Nuestro país tiene una diversidad cultural y política fundamental que, aunque la oposición no supo aprovechar en el proceso anterior debido al deterioro de la percepción pública, es una realidad que existen voces críticas y descontentas con las políticas de la Cuarta Transformación.

Para que el país pueda crecer y desarrollarse, no es posible continuar con la confrontación política, social y económica entre los grupos de poder. El amplio margen de triunfo debe ser la base para que el liderazgo de los triunfadores, entre ellos Claudia Sheinbaum, construya consensos con todas las fuerzas y grupos de poder del país. Por eso, Sheinbaum puede llegar a ser mejor que López Obrador. En lugar de polarizar, dividir y destruir la vida institucional y a los “adversarios políticos”, es necesario dar vuelta a la página y crear las condiciones para que todos los mexicanos puedan construir una patria mejor, mucho más próspera y con bienestar universal asegurado.


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