En el panorama político internacional, el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos plantea una amenaza significativa para los gobiernos de izquierda en América Latina.
Este contexto geopolítico coloca en una posición especialmente vulnerable a la Cuarta Transformación (4T) iniciada por Andrés López Obrador y que ahora está encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, el llamado 2° piso de transformación.
Bajo un discurso nacionalista y una agenda claramente adversa al progresismo, la administración Trump podría intensificar su influencia para debilitar a los gobiernos que se distancian de los intereses económicos y políticos estadounidenses.
Por un lado, es evidente que Trump busca reafirmar, como un propósito primario, el poder hegemónico de Estados Unidos en la región.
Sin embargo, los gobiernos populistas de izquierda representan un desafío a este objetivo, pues impulsan modelos que priorizan la redistribución económica y la inclusión social, en contraste con el enfoque neoliberal predominante en Washington.
La política exterior del mandatario estadounidense, que ya en su primer mandato demostró ser agresiva y unilateral, podría centrarse en desestabilizar políticamente a países como México, cuyas relaciones económicas están profundamente vinculadas al Tratado entre nuestro país, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
En este sentido, resulta llamativo observar cómo, bajo esta nueva coyuntura, el discurso de unidad en México comienza a tomar protagonismo como una estrategia de respuesta a la embestida norteamericana.
Irónicamente, se hace un llamado a defender el modelo económico surgido del Tratado de Libre Comercio impulsado en su momento por Carlos Salinas de Gortari, un sistema que, en su esencia, la 4T criticó y prometió transformar.
Este aparente giro en la narrativa expone la complejidad de mantener una postura soberana en un entorno internacional donde Estados Unidos continúa siendo el principal socio comercial de México.
Por otro lado, los temas de migración, seguridad e incluso el tráfico de drogas, que Trump maneja como banderas políticas, se convierten en herramientas clave para presionar a la administración de Sheinbaum.
Sin embargo, hasta ahora, no se percibe una estrategia clara por parte del gobierno mexicano para contrarrestar estas amenazas. Lo que genera incertidumbre no solo en el ámbito político, sino también entre los sectores económicos que dependen de la estabilidad en las relaciones bilaterales.
Es fundamental, en este contexto, que México defina una postura firme y articulada frente a los embates que puedan surgir desde Washington.
Tengamos en claro que no se trata únicamente de responder a los ataques de Trump, sino de proteger los avances sociales y económicos que la Cuarta Transformación ha buscado consolidar.
La polarización que fue utilizada como estrategia política durante los primeros años de este proyecto debe ser sustituida por un llamado auténtico a la cohesión nacional, unificando esfuerzos tanto del gobierno como de la sociedad civil para enfrentar las posibles crisis que están por venir.
Consideremos que el retorno de Donald Trump representa una prueba crítica para los gobiernos progresistas en América Latina y, especialmente, para la 4T en México.
Por lo cual la capacidad de Claudia Sheinbaum para responder a este desafío definirá no solo el futuro de su administración, sino también el papel de México en el tablero político internacional.
Si la 4T quiere sobrevivir es momento de construir una estrategia integral que, más allá de los discursos y de los pleitos grilleros contra la oposición, garantice la estabilidad, soberanía y prosperidad del país frente a las amenazas externas.
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