Desde temprano, Don Marcos se levantó para dar a comer a las gallinas que
inquietas anunciaban el amanecer. Sigilosamente, para no despertar a Doña Petra,
la mujer cascarrabias del pueblo, intolerante a cualquier situación que le
perturbe, solo habituada al ruido de las gallinas, cruzó la habitación humilde
que durante varias décadas los han albergado. Al llegar a la puerta del patio,
estuvo muy cerca de pisar la cola de Pascual, un perro huesudo, travieso, pero
ante todo fiel.

El pueblo es muy pequeño, de apenas 25 casas, y nadie sabe
cuando o donde pudo nacer semejante engendro de la naturaleza. Al verlo Don
Marcos, recuerda que fue un domingo de ramos, cuando el pueblo se reunió en la
casa de Don Concho para esperar al Padre Fernando, o como el pueblo lo llamaban
por cariño Padre Pancho, y hacer las oraciones del día, cuando de la nada se
percibió una sombra y su origen.

El perro que casi moribundo por hambre y sed,
se acercó a Don Marcos, le movió la cola en espera de un poco de cariño,
recompensado en el momento con algunos golpecillos a mano abierta en su cabeza.
Inmediatamente se dio la impronta entre ambos, pero tendría que pasar toda una
semana para que terminara adoptado.

A Doña Petra nunca le habían gustado los
animales, excepto las gallinas, estas últimas más por necesidad que por gusto.
En varias ocasiones, salía a la puerta con piedras en mano para tirarles a las
jaurías de perros, que en épocas de apareamiento se arremolinaban en la calle
con ruidos que le perturbaban su tranquilidad. Lo mismo intentó con este perro,
no en pocas ocasiones en días posteriores a su arribo al pueblo, se le vio
perseguirlo hasta dos cuadras con un palo, piedras, y en una ocasión, con escoba
en mano.

Todos los testigos de las corredizas se preguntaban de dónde podía
surgir las fuerzas para escapar de los golpes de Doña Petra, porque el animal se
veía tan débil y huesudo que resulta increíble que sacará fuerzas para escapar
de un inminente castigo. Pero mucho más fue inexplicable que una vez que Doña
Petra cerraba la puerta de su casa después de sentirse segura de haber
proporcionado un buen escarmiento, el perro cabizbajo, en esos momentos sin
nombre, regresaba y se acomodaba en la cornisa de la puerta, siempre alerta para
emprender una carrera en caso de ser necesario. Así transcurrió toda esa semana.
El perro ya había elegido, sin duda, quedarse en la casa de Don Marcos, y su
juego de insistir, era una competencia de resistencia a ver cual de los dos, ya
sea el perro o Doña Petra desistirían por fin.

El sábado de resurrección, el
pueblo que no tenía capilla, acudió a la casa de Don Concho a realizar oraciones
por propia cuenta. En esa noche, el Padre Pancho no podría acudir a realizar los
servicios religiosos por la lejanía del pueblo y la dificultad de llegar por un
camino llevo de polvo y otros obstáculos que impedía un buen transitar. Ante
esta inconveniencia el pueblo esperaba el domingo para la celebración de la
misa, mientras se reunían en la noche con un libro de oraciones que les dejará
el sacerdote, y así cumplir con el rito nocturno de la noche de pascua.

Las 25
familias se reunieron con la alegría del momento, sabiendo que al final, les
esperaba un rico tamal de Doña Chuchita con el atole nuevo de Don Rafael. Los
niños no se quedaba atrás, todos juntos, mientras los padres rezaban las
oraciones propias, se dedicaban a jugar en el patio lodoso por la lluvia
tempranera les deba un espacio digno para la travesura, aunque quedarán sucios
por la tierra mojada. Las cosas marchaban bien y sin contratiempo cuando se
escucharon unos ruidos extraños, cosas que se aporreaban en el piso al caerse,
los pasos y el croqueo de gallinas que despavoridas huían de un evidente
peligro. Toda la gente salió de la casa de Don Concho buscando el origen de tal
estruendo.

Fue Doña Chuchita quien advirtió que salía de casa de Don Marcos.
Esta quedaba a apenas unos 50 metros , por lo que todos corrieron, mientras Doña
Petra recogía cuanta piedra redonda o punzante encontraba en el trayecto. En su
mente se configuraba en culpable autor de ese ataque a las gallinas -¡tenía que
ser ese maldito perro! – en su interior repetía en cada paso. Llegaron y
efectivamente algo había sucedido. La destrucción era evidente. Las gallinas
estaban ya calmadas, aunque se había subido a las partes más altas de cosas,
matas y muros donde pudieron alcanzar.

El ruido había cesado hasta un nivel
tolerante. El perro echado en la puerta de la casa, sediento con respiración
rápida y entrecortada, denotaba un hocico manchado de sangre. Doña Petra al
verlo no dudo en culparlo de haberse comido una gallina y lista para tirar la
primera piedra del castigo, el perro con toda calma se levantó, dejando al
descubierto un zorro ya muerto que había merodeado el pueblo en días previos y
nadie había podido darle muerte. Don Marcos logró impedir que el brazo ejecutor
lanzara la piedra. Se acerco al animal que movió la cola en respuesta al aceptar
la muestra de cariño y agradecimiento.

Doña Petra, siempre amante de sus
gallinas, mostró indulgencia y compasión. Terminó por aceptar la presencia de
Pascual, así bautizado por ella misma en ese momento. Todo el pueblo se
congratuló y se comprometió a darle sustento y alimento, aunque Pascual eligió
quedarse en la casa de Don Marcos. Todo este episodio recordó Don Marcos antes
de darle la comida a las gallinas. Se acercó nuevamente a Pascual para
acariciarle la cabeza. El animal despertó al sentir la mano cariñosa de Don
Marcos, para después en modo de agradecimiento, solamente moverle la cola en
señal de respeto y cariño. 


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.