El tenor volvió al Conservatorio Nacional de Música para prestar su nombre a un auditorio al aire libre
Por Juan Carlos Castellanos C.
México, 28 Oct (Notimex).- El tenor Plácido Domingo asegura que para los cantantes es un privilegio hacer sentir bien a la humanidad, pues mientras ellos están en el escenario, “en el público todos son iguales, están hermanados a través del arte más allá de filiaciones políticas, posiciones económicas, edad, sexo, religión, oficio o profesión”.
Luego de regresar la noche de este sábado a su Alma Máter, el Conservatorio Nacional de Música (CNM) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para prestar su nombre a un auditorio al aire libre, el pianista, cantante y director de orquesta reiteró a Notimex que “dar nombre a un espacio de esa institución es el más alto honor que puedo recibir”.
Apenas conteniendo las lágrimas, el artista nacido en España en 1941 y llegado a México a los ocho años de edad con sus célebres padres Plácido Domingo y Pepita Embil, ambos cantantes de zarzuela, señaló que a lo largo de su carrera como cantante mucha gente le ha preguntado dónde estudió, a lo que responde henchido de gran orgullo que en el CNM.
Recordó que su relación con el conservatorio comenzó a los 14 años de edad, cuando al terminar la secundaria ingresó a estudiar piano y posteriormente dirección de orquesta. “Mi padre decía: Plácido, no quiero que seas cantante, quiero que seas músico. Y ahora se lo agradezco, porque por eso, estudié piano y dirección de orquesta en esta escuela”.
Siempre con una anécdota a flor de labio, anotó: “A eso se debe que mi longeva voz aún cante, porque desde muy joven comencé a ahorrar ese recurso del cantante”. Desmenuzó lo anterior al decir que mientras los chicos de su edad ensayaban varias horas al día con su voz, gastándola desde entonces, el repasaba sus lecciones de piano, “ahorrando voz”.
Antes, durante la ceremonia en la que junto con la directora general del INBA, Lidia Camacho, develó la placa que cotidianamente y hasta la eternidad dará testimonio del nombre de ese auditorio abierto, evocó a su entrañable amigo y condiscípulo Eduardo Mata (1942-1995), a quien en el ámbito de la dirección orquestal se le recuerda a diario.
Recordó también a sus maestros en el Conservatorio Nacional de Música, y por su mente desfilaron nombres como el del periodista, compositor y director de orquesta mexicano Carlos Chávez (1899-1978) y el profesor, músico y director de orquesta igualmente de origen mexicano Blas Galindo (1910-1993) a quienes dijo tener en la mente y el corazón.
Por las enseñanzas que recibió, por los maestros de tan alto nivel que tuvo, y por todo lo que el Conservatorio Nacional de Música le dio en los cimientos de su carrera, Plácido Domingo aseguró sin titubear que lo lleva muy dentro de él, con profundo cariño y todo su respeto y admiración, palabras que Lidia Camacho celebró y aplaudió con energía.
A ella, el artista dijo que el Conservatorio Nacional de Música y el Instituto Nacional de Bellas Artes van de la mano y a cuatro manos develaron la placa, acto que por cuestiones climatológicas se hizo en un salón cerrado, pero que hoy a temprana hora se colocará en algún sitio estratégico del auditorio al aire libre para que todo mundo la pueda observar.
Camacho entregó también un diploma a Plácido Domingo, al tiempo que le expresó la gratitud del pueblo y las autoridades de México por su bondad y humanismo, por su gran trayectoria y por su arte que entrega y desparrama para gozosa escucha de todos. Como respuesta, él recordó que está llegando a las cuatro mil funciones de ópera interpretadas.
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