Durante estas últimas semanas estamos viendo numerosas iniciativas de investigación a raíz de la pandemia de COVID-19. Algunas están arrancando, como esta investigación australiana que pretende medir, entre otras cuestiones, el impacto psicosocial del COVID-19 entre alumnado, familias y profesorado.

De otras, sin embargo, ya tenemos los resultados. Es el caso de la investigación desarrollada por un equipo liderado por Fernando Trujillo, de la que ya hablamos en un artículo anterior. Este estudio nos ofrece una amplia perspectiva sobre la opinión del profesorado ante el resto de la evaluación del curso 2019-2020. El próximo miércoles, a partir de las 17:00 h, Fernando analizará las conclusiones de este trabajo en un evento organizado por SantillanaLab y al que puedes asistir registrándote mediante Eventbrite.

Por su parte Tony Bates recoge en su artículo  investigaciones desarrolladas en varios países de todo el mundo [Zimbabwe, Ghana, Sudáfrica, Irán, Japón, UK, USA y Canadá] que analizan la forma en la que estos han puesto en marcha iniciativas de e-learning para dar respuesta al cierre de los centros educativos. El título del artículo ya adelanta un temido pronóstico: Crashing into online learning, algo así como estrellándose con el aprendizaje en línea. Cierra el artículo con esta reflexión:

El aprendizaje en línea, a pesar de todos sus defectos, tiene un lugar realmente importante en el futuro de la educación. Sin embargo, debe usarse con criterio y construirse de manera que sea resistente y permita, en lugar de obstaculizar, el acceso equitativo.

Y seguimos con más investigaciones. Este pasado mes ha visto la luz [aunque sea en modo preprint] el enésimo estudio sobre uso de las TIC entre los adolescente: Uso desadaptativo de las TIC en adolescentes: Perfiles, supervisión y estrés tecnológico. Se trata de un estudio de tipo cuantitativo no experimental mediante encuesta sobre una muestra de 1.100 estudiantes de Secundaria de la Región de Murcia. Este estudio, realizado por tres investigadores de la Universidad de Murcia, concluye con las mismas conclusiones que otros estudios previos: un elevado número de adolescentes que hace uso de la tecnología a todas horas, sin ninguna formación ni control por parte de adultos. Una situación que me temo que la etapa de confinamiento no debe haber mejorado.

Otro estudio, en este caso realizado por Dell Technologies [The Gen Z effect] a 12.00 alumnos con edades comprendidas entre los 16 y los 23 años concluye que la llamada Generación Z confía en sus habilidades tecnológicas pero no tanto en las soft skills o habilidades blandas. Según este estudio se percibe la importancia de desarrollar este tipo de habilidades desde la escuela así como la necesidad de enseñara a aprender y no tanto qué aprender. Es decir, la famosa sentencia con la que George Siemens cerraba su famoso artículo Connectivism: A Learning Theory for the Digital Age:

Nuestra capacidad para aprender lo que necesitaremos mañana es más importante que lo que sabemos hoy.

No más investigaciones por hoy.

Otro tipo de lecturas que comparto desde que comencé esta nueva serie de resúmenes sobre la blogosfera educativa son aquellas que se centran en el futuro tras el fin del  confinamiento o que simplemente reflexionan sobre la situación actual. Hoy comenzamos con el Plan para una educación postpandemia de Joaquín Rodríguez, donde propone recuperar los valores de la ilustración y la conciencia ecológica en una necesaria reflexión sobre el sistema educativo, además por supuesto de empezar a revisar las habilidades blandas, en palabras de Joaquín «competencias utilitarias, operacionales, instrumentales, las que esperaría identificar una agencia de empleo».

Feliciano Castaño en El envés de la vida y la educación también denuncia el modelo socioeconómico neoliberal como origen, al tiempo que beneficiario, de todo lo que ha traído consigo el COVID-19:

Las reglas del confinamiento se fabrican desde la horma del mercantil urbanismo de Madrid, junto a su mirada adultocéntrica, marcial, patriarcal, etnocéntrica y un soberbio corte de clase social. Mientras las compras por internet no paran, las camas y los equipos de protección sanitarios no están disponibles. Amazon y Netflix llegan a máximos históricos en Wall Street, Glovo y Deliveroo-Unilever multiplican los servicios, Blackstone hace la mayor compra de activos en Europa, BlackRock se reclama como comisario de políticas post-crisis. ¿Ya vamos viendo quién toma posición en el nuevo orden mundial? 

En el mismo artículo, se pregunta el modelo educativo y sobre la forma en la que buena parte del profesorado ha abordado la docencia desde el confinamiento:

¿Cuánto peso supondrá esa cultura docente donde evaluar es calificar, devorando cual ogro al más débil? ¿Cuánta desigualdad, polarización, naturalización de la incapacidad y segregación somos capaces de generar? ¿Cuántos claustros se arrojaron al teletrabajo serial del programa de septiembre, sin parar, sin pensar, sin escuchar, sin comprender y sin rehacer su quehacer, con el fin de cubrir su expediente?

También Fernando Trujillo reflexiona sobre la crisis actual en el artículo Responsabilidad y agencia en Educación. La crisis del COVID-19 no afecta a todos por igual, para quienes tienen recursos puede ser un momento de oportunidad, para quienes no los tienen esta crisis se vive desde la angustia, el desempleo y el confinamiento en espacios reducidos. La decisión de continuar la actividad educativa a través de Internet se ha tomado sin saber realmente la situación real de familias y alumnados, sin saber realmente los recursos tecnológicos, la competencia y condiciones para el aprendizaje a distancia de estos. Mi reflexión tras leer este artículo es que las soluciones de arriba-abajo difícilmente funcionan, así como tampoco lo hace el famoso «café para todos».

Cambiando ligeramente de rumbo, en el artículo Going virtual: the impact of coronavirus on L&D and how to navigate through change, su autor Nigel Paine ofrece cinco consejos para las organizaciones que nos pueden servir también para nuestros equipos docentes:

  1. Priorizar atendiendo a la capacidad que tienen y a las prioridades. Es imposible hacer todo a la vez, por muy urgente que parezca. Conviene tener claro qué es posible y qué no lo es en este momento.
  2. Repensar las expectativas de lo digital: trasladar todas las experiencias analógicas en experiencias en línea no es ni apropiado ni  eficaz. Nadie puede sentarse a mirar la pantalla durante ocho horas. No todo tiene que estar en línea. Aprovechemos y promovamos actividades de aprendizaje que no necesiten usar dispositivos electrónicos ni Internet.
  3. Buscar ayuda: un gran número de organizaciones, y personas dentro de ellas, están tratando de dar sentido a lo que está sucediendo en este momento. Todos se encuentran en diferentes etapas de desarrollo, y al compartir desafíos y posibles soluciones, todos se unen. Nadie debería lidiar con problemas realmente difíciles y sentir que la suya es una tarea solitaria. Tener algún tipo de soporte externo durante unos días puede ser enormemente productivo y rentable.
  4. Optar por lo que funciona frente a la «solución perfecta». A veces, algo que parece estar improvisado pero que se ofrece rápidamente, puede ser más efectivo que empeñarse en seguir el procedimiento habitual y no llegar a tiempo.
  5. Humanizar la situación: ser comprensivos y tolerantes, tanto las organizaciones como las personas seremos juzgados por cómo hemos tratado durante esta crisis a quienes trabajan o aprenden con nosotros.

 

 

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