No hay duda de que la educación es un elemento fundamental para la sociedad. Al final, este proceso debe jugar con una doble funcionalidad contradictoria. Por un lado, conservar y consolidar los valores culturales que dan identidad; y por otro, ser un motor para el cambio y transformación social. En este contexto la escuela con todos los elementos que implican programas, rol del maestro, actividades académicas, deben integrarse para lograr los propósitos del sistema educativo.
En las dos últimas décadas, la educación en México ha estado en constante transformación y modificación curricular. Desde los intereses políticos que influyen e inciden en los procesos de toma de decisión educativa hasta las adecuaciones de la tecnología, la globalidad y los avances en el conocimiento de la psicología educativa y pedagogía, son factores que influyen en estos cambios.
Hasta hace unos 40 años, la educación estaba basada en un modelo de maestro que imponía una “catedra“, donde era considerado el experto en su campo y como tal tenía la responsabilidad de “enseñar” o “transmitir” su conocimiento a los alumnos. En este contexto, poco importaba lo que sucediera al alumno que tenía más una función receptiva de la educación y contenidos que recibía. En ese tiempo no se admitía el cuestionamiento ni la crítica de la labor del docente.
Sin embargo, la evolución de la psicología educativa y las teorías del aprendizaje, vinieron a cambiar este panorama, para centrar en los alumnos la importancia de la acción educativa. Ya no solo bastaba dictar una clase expositiva basada solamente en los contenidos, sino que éstos tenían que ser parte fundamental de la experiencia y vida cotidiana de los estudiantes. Es decir, tener un “significado” para el alumno.
De pronto los maestros ya no solo debían ser conocedores de los contenidos pedagógicos, sino que también debe saber sobre la psicología infantil o juvenil. Conocer estrategias que ayudarán a los estudiantes lograr cumplir con los objetivos y propósitos del programa ajustado a las características de los estudiantes.
Otro factor que se fue agregando de forma paulatina y progresiva, conforme el avance de la ciencia al respecto evolucionaba, son las atenciones educativas a los alumnos especiales, con necesidades educativas especiales o específicas como hoy se dominan. Lo que vino a revolucionar hacia la búsqueda de condiciones personalizadas para atender educativamente a este sector de la población.
En el camino de la práctica educativa, las nuevas propuestas curriculares han anexado a las características anteriores la necesidad de cuidar y fortalecer en las escuelas y actividades académicas el cuidado de la salud socioemocional. Lo que implica que el maestro debe expandir su experiencia académica a asuntos de atención psicológica y en casos extremos hasta manejo de crisis socioemocionales.
A esto también, hay que enfatizar que, ante la política de atención a los problemas de obesidad y otros hábitos de alimentación no adecuados, los maestros deben vigilar y sugerir prácticas de buena alimentación o vida saludable.
Durante la pandemia los maestros constituyeron, por la necesidad de contención de contagios, en un filtro médico para detectar síntomas de una posible infección para impedir o en caso aislar a los sospechosos. Esto sin contar con una formación médica que nos permitiera una valoración efectiva de las condiciones de salud. Pero se entendía que era necesario.
En este marco social y por el aumento de violencia en las familias, los maestros tienen la responsabilidad de estar pendientes de los síntomas que evidencien violencia en sus estudiantes, en especial los menores de edad, para reportar oportunamente a sus autoridades de situación sospechosas para activar los protocolos de protección a la integridad física y emocional de los alumnos víctimas de violencia. Es decir, tareas de prevención y de investigación que podría decirse tiene una característica ministerial y no educativa.
Ahora, la nueva propuesta curricular que pretende que la escuela se vuelva el centro de la comunidad y por ello en la gestora de soluciones comunitarias, al parecer, para el maestro se le viene otra responsabilidad al tener que hacer un diagnóstico social junto con toda la comunidad educativa para encontrar problemáticas sociales que puedan ser atendidas en la programación académica.
¿Qué tanto puede la educación resolver una situación problemática?
Hay situaciones que pueden ser atendidas como información o concientización sobre un problema social, pero que finalmente implican la coordinación de diferentes fuerzas sociales para que realmente las acciones y soluciones tengan efectividad. No todo puede ser solucionado desde una acción educativa. Sin embargo, el lineamiento o requerimiento de la acción educativa del docente genera una nueva responsabilidad al mismo y a la escuela.
De aquellos tiempos donde el maestro era simplemente maestros, ahora debe conocer sobre psicología, ser guardián de situaciones socioemocionales y de vida saludable, conducirse como actuario ministerial en casos de detención y prevención de violencia, ser un médico para detectar síntomas de infección y en la nueva propuesta curricular un sociólogo para resolver problemáticas sociales desde el aula.
¿Quién sigue afirmando que ser maestro es tarea sencilla?
Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.