pri-85anosEn los tiempos de elección anticipada de Vicente Fox Quesada se hizo la promesa de limpiar en Los Pinos todo vestigio de la presencia de los gobiernos príistas. A decir del primer presidente surgido de la oposición en el año 2000 su tarea era sacar a las víboras, tepocatas y arañas de quienes habían saqueado con la política corporativa y clientelar el país.

Pasaron seis años, y le siguieron otros más en la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa. Después de años de gloria de oposición con diferentes estados gobernados por el partido blanquiazul, con Calderón se da un proceso de revitalización en el príismo que poco a poco recupera espacios antes perdidos.

En el caso de Yucatán, el proceso se da más rápido con al advenimiento del gobierno de Ivonne Ortega Pacheco. La transición democrática solo aguantó un gobernador panista, Patricio Patrón Laviada. Inclusive hay movimiento muy interesante con el triunfo de César Zapata Bojórquez para la alcaldía de Mérida por un bajísimo margen de diferencia con el contrincante príista Adolfo Peniche. En esos tiempos se comentó que si el último hubiese emprendido una batalla jurídica electoral Zapata Bojórquez el camino hacia en el municipio de Mérida se le hubiese complicado. Sin embargo, después de una gubernatura y presidencia federal panista, el reconocimiento del triunfo de Ivonne Ortega Pacheco, primera mujer príista en Yucatán en ganar un proceso electoral, y por su parte, aceptar el triunfo panista de Mérida, fue una forma de equilibrar el ejercicio de poder en la entidad.

Pero pasaron tres años y por primera vez, después de varios presidentes panistas, el priismo meridano fue ganador en el Ayuntamiento con la arquitecta Angélica Araujo. El PAN Yucateco después de haberlo tenido todo, gobierno ejecutivo, el poder legislativo y hasta Mérida, en el 2010 perdió todo. Inexplicable en cuanto significa el ofrecimiento de un gobierno honesto, honrado y transparente. ¿Qué le había pasado al PAN para se perdiera todo?

Como siempre Yucatán fue el experimento político. Contra lo que digan hoy los panistas la transición entre los gobiernos panistas con el priismo no fue conflictiva. Se aprendió que en la consolidación de la democracia no significa que un partido considerado hegemónico se quede con todo el pastel. No se trata de un proceso de intercambio, donde uno sustituya al otro, que la final se comporte de igual o peor manera que el antecesor.

De esta manera se da nuevamente un proceso electoral donde el PRI Yucateco se mantiene en las posiciones del poder ejecutivo y legislativo con mayor fuerza. El municipio de Mérida regresa a manos del panismo. Así como hoy hay un regreso del PAN en Mérida, peligroso para los panistas considerar que con ello se ha vuelto a asegurar la plaza para otro tiempo. Una de las realidades del mundo democrático actual son las redes sociales, que como termómetro de lo social, las discusiones, debates y críticas no se deben tomar a la ligera.

Uno de los retos que el priísmo tenía al regresar al poder en el caso del gobierno federal era el temor de muchos antipríistas de que el nuevo mandatario, Enrique Peña Nieto, regrese a las prácticas corporativas del pasado. Con lo cual regrese un príismo hegemónico, sin posibilidades de negociar otros intereses políticos y jurídicos que los deseos y caprichos presidenciales.

Sin embargo, en los hechos se encuentran evidencias muy interesantes de cómo se ha dado el proceso político en el último año, el primero del presidente Enrique Peña Nieto.

Desde el principio, el presidente convocó a las fuerzas políticas a una mesa de negociación en las tan mentadas reformas estructurales que el país desde hace años demandaba. Todo había quedado en discursos huecos sin que realmente se llegue a la operación política para hacer de los deseos una realidad.

Así surge el Pacto por México. De éste la negociación en los temas centrales que se tradujeron en reformas constitucionales de gran envergadura y transformación del sistema político, social y económico. Algunas de ellas complejas, pero que por el trabajo de negociación se allanaron los caminos para aterrizaje en leyes y acciones concretas.

Contra lo que se decía que el presidente no iba a actuar contra de aliados, metió en la cárcel a Elba Esther Gordillo y sacó, con la ley en la mano, al líder petrolero Romero Deschamps del Consejo de Administración de Pemex. Un acotamiento significativo del poder de control en la empresa petrolera mexicana.

Con respecto al tema de seguridad y delincuencia organizada, a Vicente Fox se le escapó, a Calderón no se le vio acción concreta en su captura. Es la administración de Peña nieto quien detiene a Joaquin “El Chapo” Guzmán, y recientemente, dado muerte al “Chayo”, el mismo que para Calderón había ya sido abatido por las fuerzas de seguridad.  Aunado a estos éxitos en materia de seguridad, hay un compromiso serio para recuperar el Estado de Michoacán de la delincuencia organizada con acciones y programas sociales específicos.

¿Cuántas veces no se dijo que Peña Nieto era el hijo predilecto de Televisa? Con el duro golpe que el Instituto Federal de Telecomunicaciones, que surge de la reforma constitucional en la materia, al declarar a la televisora de San Ángel como una empresa económicamente preponderante, hoy podríamos entonces preguntarnos ¿es acaso Peña Nieto un hijo ingrato o estamos ante un presidente que asume con responsabilidad su mandato y crea las condiciones para asegurar el cumplimiento de un Estado de Derecho?

Así como se encuentra el PRI en estos momentos al celebrar sus primeros 85 años de vida. Una presidencia que nos demuestra que si hay capacidad, oficio, responsabilidad y compromiso democrático, que sabe tomar decisiones.

Un partido que en su estructura se muestra muy activo en la creación de cuadros políticos con mayor capacidad de análisis, responsabilidad y compromiso. Una estructura que hoy encabeza Ivonne Ortega Pacheco, mujer yucateca, que supo inyectarle al príismo yucateco de nueva vitalidad y ganas de triunfo.

Hoy tenemos a un PRI que no esperábamos, mientras que en oposición solo hay problemas y luchas que los debilita. ¿Tendrán esos partidos políticos el tiempo suficiente para solucionar sus problemas internos antes de los procesos electorales? Solo el tiempo no dirá.


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