fifa-2014wcEstamos en la recta final de la mayor competencia mundial que se conozca en la humanidad. Tan solo basta reconocer que para la realización del Mundial del Fútbol intervienen 209 federaciones miembros de la FIFA, la organización global más grande. Ni la ONU que llega hasta 192 miembros le llega al interés y efectos de pasión que desata un partido de balompié. Apenas 22 hombres en una cancha, en un partido, mientras millones siguen día a día con sufrimientos y emoción las victorias y los triunfos.

El principal juego en nuestro país es el fútbol. Un deporte que más allá de un interés público por los intereses económicos que se relacionan, y como algunos acusan, son lo que verdaderamente mueven los hilos filos del deporte. Pero más allá de esa queja de quienes ven esa intromisión una muestra más de “imperialismo económico” la pasión que tiene lugar es compartida sin distingo o ideología política.

Cada cuatro años se tiene la oportunidad de vivir, sincronizados todo el planeta, las incidencias de tan apasionante deporte. Una pasión que puede llevar a lo absurdo como ha sucedido en países asiáticos donde hay aficionados que han muerto por no dormir por ver los partidos a pesar de las diferencias de horario.

México fue un caso especial. Para llegar a la competencia se tiene un proceso eliminatorio que permite ganarse un lugar de los distribuidos entre las diferentes confederaciones en las cuales se divide la Fifa al mundo. Nuestro proceso eliminatorio fue más que desastroso. Causó una escisión entre la selección nacional y los aficionados por la irracionalidad de los directivos de no hacer las modificaciones que enmendaran un camino que se veía conducía al fracaso.

Sin embargo, gracias a un gol en los últimos minutos de la selección yanqui nos posibilitó ir a un repechaje que se antojaba sencillo. El problema era que no existía un técnico ni jugadores que nos garantizará el triunfo. Se tuvo que recurrir al equipo campeón de la liga en aquel crítico momento. Al final la decisión de elegir a Miguel “el piojo” Herrera y la base del Club América nos dio el triunfo y de forma más que atropellada llegamos a ser parte de esta competencia.

Vale la pena decir que se llegó con muchas dudas. No había convencimiento, No se tenía una buena expectativa. Los augurios eran más que pesimistas. No se venía que la selección mexicana logrará traspasar el primera fase de la competencia.

Pero empezó el primer partido, y poco a poco, la esperanza y la conexión entre el aficionado y la selección fueron fue creciendo hasta un punto donde las ilusiones cambiaron diametralmente. Se jugó bien y se le ganó a Camerún, se le empató al anfitrión y favorito para ganar la Copa del Mundo, con contundencia se apagó la arrogancia croata, pero nos tropezamos con un gran artista del clavado que junto con un deficiente arbitraje nos quito una oportunidad para realmente hacer la gran historia, lo que nunca nuestro país ha hecho.

Lo importante ahora es darnos cuenta de que podemos aprender de esta experiencia mundialista. Sin duda, lo que menos podemos hacer es dejar de creer en nuestro país, en la capacidad de la gente y entusiasmo que se le puede imprimir al esfuerzo por conseguir el logro de una meta.

Si algo queda claro, por los resultados en los diferentes partidos, es que las brechas competitivas se van acortando. El desarrollo de una táctica de juego, el análisis previo e inteligencia futbolística, así como también un poco de maña o astucia, son factores que pueden definir un partido. Ya no solo se trata de entrarle a la simple patada “a lo loco”; sino darle un sentido y dirección.

Se dice que el fútbol es como el deporte de la vida. Si así fuese debemos ver con más frialdad lo que está pasando en el mundo y que se refleja en la cancha. Una Alemania que sin llegar con gran contundencia tiene un paso firme, como lo ha hecho en el liderazgo económico y político que le ayudaron a salvar a Europa de un cataclismo financiero. Una España que fracasa como muestra del deterioro social y la crisis de credibilidad institucional y gubernamental. Un Brasil, que aunque favorito, se refleja síntomas de descomposición social, una falacia o espejismo de un crecimiento económico que se carece, que no fluye, que no logra consolidar un proyecto conjunto por las elevadas diferencias sociales que hay.

México, es el país de la transformación. Un país que necesita creer en algo, que requiere recuperar la confianza en sus instituciones, que demanda de figuras de liderazgo, de auténticos ídolos que marquen el camino, que alimenten esperanzas.

Todo eso lo hemos vivido en este mundial. Un mundial de contrastes y nuevas realidades. Una justa donde México llegó pesimista, pero se alzó como los grandes, encaró a las potencias y mostró competitividad.

Seamos entonces parte de la selección nacional. No la del fútbol, sino una más grande que nos conduzca al éxito como nación en el juego de vida y del liderazgo económico, social y político.

Ya vimos que si es posible… 


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