En la semana se vivió un altercado de alto nivel de tensión entre los gobiernos de Donald Trump y de Enrique Peña. Lo que podemos destacar es la exhibición real de la falta de diplomacia y formas políticas del magnate convertido en presidente. Son pocos los que podrían negar el sentido bravucón del actual presidente norteamericano que lanza una advertencia al mundo entero sobre las consecuencias, y al mismo tiempo, dificultad que tendrán los países para “dialogar” las diferencias y sacar acuerdos. Por ello, el primer round en este delicado intercambio diplomático resulta a favor de Enrique Peña Nieto.
Lo que no se ha podido hacer en los últimos cuatro años, después de un proceso que no logró posteriormente limar las diferencias políticas, la postura, discurso y decisiones de Trump está logrando unificar en un tema a los mexicanos. Tanto el Congreso de la Unión como enemigos políticos, como Andrés Manuel López Obrador, han mostrado adhesión y apoyo al presidente en la decisión de no ir a un encuentro con el gobierno yanqui. Se entiende que esto va más allá de las diferencias ideológicas o políticas, que se trata de una afrenta contra los mexicanos que parece más personal y obsesiva que realmente un política o decisión de Estado.
Pero ya pasado el día de la dignidad y la firmeza por la defensa de lo que somos en la relación bilateral entre las naciones, tenemos que sentarnos a discutir y acordar las acciones que desde el gobierno y los diversos sectores de la sociedad deberemos ejecutar para resistir y contener los embates de la intransigencia de Donald Trump.
Aquí vemos una carencia de plan A, B o C. No hay duda que este escenario era inimaginable hace cuatro años. De hecho, hasta hace algunos meses no cabía la posibilidad de que se concretará la locura Trump. Pero ya la historia es clara. Ganó el excéntrico Donald, y con ello, se reconfigura el gobierno norteamericano. México está llevando hasta ahora la peor de las partes.
En las redes sociales se sugieren boicot contra las marcas o empresas norteamericanas. Hasta cierto punto hay una lógica entendible en el ciudadano que se siente agraviado. Sin embargo, también debemos reconocer que esas empresas constituyen fuentes de trabajo para miles de mexicanos. La destrucción de una economía que aún dependiente da sustento a la economía familiar es una estrategia temeraria.
Es por ello que se requiere de otro esquema o modelo social, político y económico. México está en guerra, pero no de armas, sino de aplastamiento económico y social. Lo que nos debe llegar a que en conjunto podamos encontrar la forma de contención y defensa.
Hay que decirlo y sostenerlo muy bien. No se ve esa estrategia desde las autoridades federales encargadas de la política exterior, y por ende, de la que toma las decisiones en la conducción de la relación bilateral con Estados Unidos.
Ya vimos que el hombre es duro y no que tiene formas, que es impulsivo y no racional en lo que escribe y dice. Lo que decida en esa obsesión contra México de forma impulsiva debería ser contrarrestado con un planteamiento serio y responsable que nos garantice a los mexicanos la estabilidad económica y social.
Entendemos que antes de lo que sucediera la presidencia de México delimitó una serie de principios y objetivos. Estos ya fueron superados por la realidad. Tenemos que revisarlos por que el señor viene tirando y tirando sin miramiento y cerrando cualquier posibilidad de negociación.
Pero importan más las acciones que desde una política pública sean fundamentales para defender a nuestro país de las sinrazones de lo que hoy estamos viviendo.
El camino no será sencillo. Bien por el pronunciamiento de la unidad, pero ahora pasemos de los pronunciamientos para decidir las acciones y el plan para soportar todo lo que vienen.
Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.