Quien suponga que aún falta mucho para el 2018 está en un error. Aun cuando no se ha iniciado el ciclo electoral en la logística de la organización del proceso, el ambiente político se encrespa y empieza a dar señales de rencillas políticas externas e internas en los partidos políticos y entre ellos. Todo por la posición, la candidatura, bajar a alguien de un pedestal… en fin, hay muchas razones.

Ningún partido político tiene asegurado el triunfo en cualquiera de los niveles de gobiernos que estarán abiertos a la competencia en el 2018. No hay duda que el desgaste social de la clase política es mayúsculos y va en crecimiento ante tanto escándalo de corrupción que salpica a todos, sin distinción de color ni ideología política.

La nueva esperanza de México depositada en Morena parecería desvanecerse con el desenfreno recaudatorio de la diputada Eva Cadena que recibía dinero para el partido y, lo peor de todo, por hacer leyes a modo de los intereses económicos contraviniendo la idea de que siempre primero los pobres. Es por ello que es difícil de creer, a menos que se tenga un alto vacío cerebral, que el líder del partido, su presidente Andrés Manuel López Obrador no esté enterado. Estaríamos entonces ante un grado de total ineficiencia e ignorancia como político, líder y dirigente que es preocupante para realmente encabezar una lucha efectiva contra la corrupción.

Algunos han pensado y creído que el enemigo a vencer es López Obrador. Las encuestas afirman que si fueran hoy las elecciones no hay duda que se cumpliría la idea de que la tercera es la vencida. Además, resulta verdaderamente sorprendente como se mantiene sin mancha a pesar de estarse rodeando de ex priistas corruptos y a nombre de él se recaude dinero de forma ilícita.

Por ello hay signos de preocupación en los otros partidos que afinan estrategias para el ataque. Pero es de notar que, en lugar de disminuir su preferencia, se fortalece. No lo tocan, no le hacen el mínimo rasguño. Al contrario, en la victimización de todo es un complot orquestado por las mafias del poder, va ganando adeptos.

Entonces ¿qué sería lo más importante? ¿Seguir atacando o analizar el por qué no se le hace daño en la percepción del ciudadano común?

Debemos darnos cuenta de que el hartazgo social está alcanzado niveles de irracionalidad para entender lo que pasa en la sociedad. La fuerza morena y López Obrador han entendido que la sociedad está más que cansada y agotada por un sistema de partidos políticos que se enriquecen sin miramiento y, aún a pesar de la incongruencia entre dichos y hechos, han logrado enderezar un discurso a modo para la manipulación de la conciencia popular. Como ejemplo de este proceso de descomposición social se justifican las cantidades que hoy se le conocen a la recaudadora Cadena comparado con las raterías de Javier Duarte y el selecto grupo de los gobernadores ex priistas corruptos.

Todos los partidos políticos deben pedir perdón a la ciudadanía. Después deben construir mecanismos para detectar, investigar y sancionar realmente a quienes se les denuncia públicamente como corruptos. No basta decir después de consumado el delito pretender minimizar la vinculación del partido o declararnos como traidores. Partido político que no actúa contra la corrupción se convierte es un cómplice de la misma.

Se insiste en revisar los procesos de comunicación entre las instituciones políticas y los ciudadanos. Es claro que algo no está funcionando bien. Que las instituciones y la clase política no se están comunicando correctamente.

No se trata de llenar los medios de boletines que no dicen nada, que no aportan ni permiten valorar decisiones y acciones de gobierno. Tampoco sirve ciudadanizar el mensaje con la emisión de información cotidiana. En muchas ocasiones resulta presuntuosa y ajena a la realidad de los ciudadanos que se convierten en insultos a la inteligencia y emoción.

Se ha perdido confianza en las instituciones, en el marco legal y en la clase política. A tal grado que ya no importa que se tengan buenas noticias y evidencias de progreso o de estabilidad, crecimiento y desarrollo. Basta que sea una acción de gobierno para iniciar la denostación y la descalificación, la mentada de madre y el insulto.

Por lo cual el camino no es sencillo. Más difícil por la falta de estrategia de contención y recomposición de la confianza que vaya más allá del diálogo simple. Es prioritario virar hacia los compromisos y resultados claros sustentados en la buena práctica de gobierno y en el compromiso de consolidar los valores que fundamentan a la democracia.

No estamos en tiempos transición ni de alternancia política. Hoy se debe competir por el poder desde una posición de diálogo abierto con la ciudadanía que supere las dadivas y realmente se logren los consensos, acuerdos y decisiones que nos den resultados efectivos a la población en general y no a intereses particulares o de partido.


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