México, 27 Ago (Notimex).- El estilo de crianzas que pretende que los hijos sean buenos en todo y la sobreprotección se define como hiperpaternidad, y puede favorecer el desarrollo de personas inseguras o autoexigentes con problemas para relacionarse de manera afectiva y social, alertó la académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, Mariana Gutiérrez Lara.

“A los padres autoexigentes y mandones les viene bien un niño con quien puedan hacer su voluntad a plenitud. Lo llevan a variadas actividades para que aprenda de todo, sin darse cuenta que esta situación no sólo tiene consecuencias para el pequeño, sino para ellos mismos, porque nunca será suficiente”, explicó.

En un comunicado, la experta detalló que los padres competitivos buscan generar en sus hijos múltiples talentos y, en consecuencia, “los tendrán en una cantidad inadecuada de actividades”.

“Algunos piensan: mi compromiso es que sepan hacer muchas cosas, porque mientras desarrollen más habilidades, mejor preparados estarán para la vida. Visto así no sería mala idea, sin embargo, toda conducta llevada al exceso se vuelve disfuncional”, agregó.

Detalló que también existe la clase de padres sobreprotectores, quienes interceden en todos los ámbitos de la vida de los pequeños, lo que impide el desarrollo de habilidades sociales de los infantes y, por el contrario, los empuja a una personalidad temerosa.

Indicó que en esta situación la respuesta de los niños y las niñas dependerá de su temperamento, pues si son tranquilos o retraídos podrían experimentar miedos, aislamiento y eventualmente agresividad.

Por el contrario, si los pequeños son de carácter fuerte y activo es posible que se vuelvan autoexigentes, al grado de no sentirse cómodos cuando algo no les salga bien y prefieran la competencia a la colaboración.

Recomendó que antes de forzar a los niños a realizar alguna actividad, deporte o actividad artística los padres deberán preguntarse ¿para qué? Además de identificar cualidades, talentos y temperamento de sus hijos.

“Los papás deben entender que cada niño es particular y, por lo tanto, el trato no puede ser igual. Es recomendable que hablen de sus emociones y generen un ambiente de confianza que les permita expresar sus sentimientos. De este modo se pueden encontrar soluciones conjuntas para que no sean siempre los padres quienes tomen las decisiones”, finalizó.


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