Sevilla (España), 12 mar (EFE).- El galerista español Pepe Cobo se ha inspirado en la clausura voluntaria de las monjas de un convento español y en la forzosa de las mujeres de una prisión peruana para montar una colección de 14 obras de tamaño medio de bordados sobre fotografías.

Titulada “Dos clausuras”, ha sido donada a la Universidad Pablo de Olavide (UPO), donde pueden verse.

Las fotos fueron tomadas por el propio Cobo en el convento de San Leandro de Sevilla (sur) y la cárcel de Chorrillos de Lima, donde se entrevistó con las monjas y las presas que luego desarrollaron su creatividad sobre las imágenes.

Los bordados de unas y otras, mujeres que, según Pepe Cobo, “viven al margen de la sociedad”, se hicieron sobre varios conceptos o temas propuestos por el galerista como “obediencia”, “soledad”, “sacrificio”, “lujuria” o “bondad”, entre otros.

El galerista contó a EFE que en la cárcel comprobó la capacidad de la mujer para adaptarse y normalizar una situación límite.

“Algunas de ellas se han casado estando en la cárcel y han parido allí a sus hijos -tienen hasta una guardería-, y allí asimilé el significado de esperanza; en los hombres no parece que suceda igual, una vez en la cárcel, actúan en busca de la mera subsistencia, sólo les ocupa lo inmediato, sin proyección alguna”, comenta.

En el penal anexo para mujeres de Chorrillos se agrupa a las internas con delitos más graves y condenas más amplias, de modo que cumplen penas de entre 17 y 25 años; las que intervinieron en este proyecto tenían edades de entre los 25 y 45 años, y siempre actuaron “sin quejas y con optimismo”.

En la cárcel tienen un taller textil cuyo trabajo ayuda a redimir las condenas y Cobo, que también es consultor de arte contemporáneo para empresas, fundaciones y coleccionistas, eligió a las participantes de manera aleatoria.

SU VISIÓN SOBRE UNA VIDA ENCERRADA

Con las monjas de San Leandro el trabajo fue mucho más fácil porque, según Cobo, “dependen de la madre superiora”, que dio las indicaciones pertinentes sobre lo que se esperaba de ellas, además de que se trataba de “un grupo más cohesionado y disciplinado”.

A diferencia de la superpoblada cárcel peruana, en el convento sevillano sólo había -el proyecto culminó en 2019- una docena y media de religiosas, de las que tres eran de origen español y las restantes procedían de Kenia.

Como parte del proyecto, Cobo incorporó un cuestionario de respuestas anónimas para las participantes “como un medio de ofrecer su voz al mundo más allá de los muros de su encierro”.

Reflejan “las experiencias de dos grupos sociales de los que apenas se sabe nada, de la vida y las ilusiones de estas mujeres, de su expresión y de cómo conciben la vida”, constata Cobo.

Eligió la UPO como destinataria de esta donación artística por la figura histórica que da nombre a esta universidad sevillana, Pablo de Olavide, un político e intelectual peruano que acometió importantes reformas en Sevilla en el siglo XVIII.

Alfredo Valenzuela

 

 

 


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