Madrid, 12 mar (EFE).- La mayoría de los ciudadanos confía en la ciencia como la fuente más veraz de conocimiento y en su potencial para hacer frente a los grandes desafíos del siglo XXI, según se desprende de un estudio de opinión que ha realizado la Fundación BBVA en 18 países.

El trabajo de campo se ha llevado a cabo en 15 países europeos -entre ellos España-, en Estados Unidos, Israel y Turquía, y en todos predomina el convencimiento de que debe ser la ética, y no la religión, la que ponga límites a la ciencia y que la investigación científica debe ser regulada por los propios científicos, ha informado la Fundación BBVA.

Los datos del estudio revelan que la mayoría de los ciudadanos en los países incluidos en el estudio muestran interés por la ciencia, que se informan sobre ella tanto a través de los medios de comunicación como en redes sociales y, en menor medida, que la han incorporado en sus conversaciones diarias (más del 40 por ciento de europeos y estadounidenses hablan de ciencia con bastante o mucha frecuencia)

La gran mayoría de la sociedad está además convencida de que la ciencia ofrece el conocimiento más fiable, objetivo y veraz y permite separar lo que es cierto de lo que es falso en un determinado momento.

La ciencia es percibida como el motor del progreso material y hay una confianza generalizada en su potencial para afrontar los principales retos actuales en materia como la salud, el cambio climático, la escasez de alimentos y pérdida de biodiversidad, aunque existen algunas reservas sobre su capacidad para resolver problemas sociales como la pobreza, la desigualdad y las guerras

La tecnología que despierta expectativas más favorables es la energía solar, seguida por internet, mientras que la ingeniería genética y la inteligencia artificial son vistas de manera más atenuada y la energía nuclear provoca división de opiniones.

La ciencia se considera como un elemento de identidad nacional, como el arte y la literatura, según los datos del estudio, que pone de relieve además que hay diferencias significativas en la visión sobre el nivel de desarrollo científico y tecnológico del propio país y sobre su contribución al progreso a escala global del conocimiento.

Las sociedades analizadas en el estudio tienen en común el interés por la ciencia, y los niveles más altos de ese interés y de información se registran en Estados Unidos y los más bajos en Turquía y en Israel.

El nivel de conocimiento científico se estimó en este trabajo preguntando por doce conceptos o nociones básicas, y los resultados reflejan diferencias significativas entre países, siendo mayor el nivel de conocimiento en el conjunto de Europa y en Estados Unidos, mientras que el nivel es más bajo en Israel y Turquía.

Los españoles se colocan ligeramente por debajo de la media europea, y el segmento de ‘bajo nivel de conocimiento’ es muy reducido en Europa y Estados Unidos y en Israel se multiplica por seis y en Turquía por alrededor de diez, mientras que en el otro extremo –’nivel de conocimiento alto’– se incluyen cerca de cuatro de cada diez europeos y estadounidenses, mientras que en Israel es la mitad y solo un 11 por ciento en Turquía.

Sin perjuicio de esas valoraciones generales compartidas sobre la interacción entre ciencia, ética y religión, en el estudio sí aparecen diferencias entre países y dentro de cada uno de ellos a propósito del origen de los seres humanos.

Algunas minorías significativas de los países de la Europa del Este y de Estados Unidos, y mayorías en el caso de Israel y Turquía, creen que los seres humanos fueron creados por Dios, frente a amplias mayorías en Europa occidental que consideran que los seres humanos evolucionaron a partir de especies animales anteriores.

 

 

 


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