Kiev, 14 abr (EFE).- Uno de los escritores más reconocidos de la literatura rusa y universal, Mijaíl Bulgákov, dejará de poder ser celebrado o recordado en las calles de Kiev, su ciudad natal, después de que el Instituto Ucraniano para la Memoria Nacional haya concluido que es un símbolo de imperialismo ruso que intenta someter a Ucrania.

Nacido en 1891 en el seno de una familia rusa establecida en la capital ucraniana, el autor de clásicos prohibidos por las autoridades soviéticas como ‘El maestro y Margarita’ vivió en Kiev el convulso período de la guerra civil en el Imperio Ruso, que enfrentó a los bolcheviques, rusos blancos contrarrevolucionarios y nacionalistas ucranianos.

De inclinaciones conservadoras y siempre escéptico de la utopía que proponía el comunismo, Bulgákov recreó ese Kiev en una de sus obras más celebradas, ‘La Guardia Blanca’, que contiene elementos autobiográficos y se caracteriza por la simpatía con la que presenta los motivos y el comportamiento de los oficiales blancos antibolcheviques.

Las filias y fobias personales que se manifiestan en ‘La Guardia Blanca’ y en otros de sus trabajos le granjearon la hostilidad de las autoridades comunistas soviéticas hasta su muerte, y vuelven a traer hoy problemas para su legado en el contexto nuevamente convulso y trágico de la actual invasión militar rusa de Ucrania.

Cercano a los ideólogos del putinismo

Tras analizar sus elecciones vitales durante ese tiempo y algunas de las obras que escribió Bulgákov, el Instituto para la Memoria de Ucrania decretó a finales de marzo que el escritor tenía una visión del mundo definida por el imperialismo ruso que es comparable a la de “los ideólogos del putinismo” que justifican “el genocidio en Ucrania”.

Este órgano, creado por las autoridades ucranianas para emitir dictámenes sobre personalidades susceptibles de ser prohibidas en virtud de la ley que declara ilegal promover el imperialismo ruso en los espacios públicos, también recrimina a Bulgákov haber simpatizado con el Ejército blanco y “aprobar la expansión del comunismo ruso”.

Según el informe del instituto, en la obra del escritor no existe ningún personaje positivo de etnia ucraniana. Los ucranianos, continúa el dictamen, son a menudo parodiados y sometidos a escarnio, algo habitual en muchos productos culturales del Imperio Ruso, donde la ucraniana y otras minorías nacionales eran vistas como simplonas y vulgares.

Cambios en la fisonomía de Kiev

La decisión del Instituto de la Memoria podría cambiar en el corto plazo la fisonomía de una de las zonas más emblemáticas de Kiev.

A los pies de la iglesia azul pastel barroca de San Andrés se extiende en curva la cuesta empedrada de Andrivski, que conecta el vibrante barrio de Podil con el paseo desde el que los kievitas se asoman a la inmensidad del río Dnipró.

Bulgákov vivió en el número trece de esa calle empinada, en una casa de dos alturas y fachada amarilla que hoy alberga un museo dedicado a su legado.

Una placa metálica en relieve recuerda al ilustre inquilino. La placa está manchada con la pintura roja que alguien arrojó para mostrar su rechazo al prorruso Bulgákov.

Justo al lado de la casa podía verse una estatua de bronce a tamaño natural de Bulgákov con la piernas y los brazos cruzados.

Aunque todavía no ha sido retirada, la escultura está tapada con sacos de tierra que la protegen tanto de los fragmentos de los drones y de misiles rusos como de los muchos detractores que la guerra le ha granjeado al escritor en Ucrania.

Consciente de que la cancelación de Bulgákov podría obligarle a echar el cierre, la dirección del museo dedicado al escritor ha criticado duramente el dictamen del Instituto por sesgado y poco riguroso.

“Seguiremos revelando y explicando el trabajo de Bulgákov en el contexto ucraniano, trabajando para que se entienda el significado del destino del autor y de sus personajes para Ucrania, para el mundo e incluso para Rusia, exponiendo todos los aspectos positivos y negativos”, ha declarado la dirección del museo.

Más allá de círculos intelectuales, en los que sí surgen debates sobre la política de desrusificación cultural que está llevando a cabo Ucrania, la polémica no está teniendo repercusión en la sociedad.

Los ucranianos parecen tener problemas más urgentes que atender cuando se visten cada día tras otra noche en vela por el ruido de las sirenas antiaéreas y las explosiones.

Marcel Gascón


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