Los resultados de la encuesta nacional sobre discriminación efectuada por la SEDESOL reflejan un México del cual no queremos hablar ni reconocer, pero que ahí está, en las actitudes cotidianas y sociales que conducen a comportamientos contra aquellos mexicanos que se consideran de segunda, sin categoría o contrarios a nuestra forma de percibir el mundo y expresar y vivir los valores.
Como acción inmediata se ha procedido a llevar a cabo una campaña contra la homofobia, que se puede definir como un miedo tanto de convertirse y compartir las características del homosexual, como también, convivir o estar cerca de lo que se definen y viven como tal. Una fobia se considera patológica en tanto su origen sea la irracionalidad del miedo mismo.
En contraste, hoy en día, la homosexualidad no se considera como una enfermedad. Ha sido eliminada del DSM-IV como trastorno psiquiátrico y no existe un tratamiento, médico o psicológico, que pueda cambiar la orientación sexual, como se define y considera en la actualidad.
Sin entrar a la discusión, que considero estéril, por no contar ninguna persona con la base de conocimiento para entender el origen de la homosexualidad, como sociedad no podemos negar el hecho evidente, que alrededor de nosotros existe una comunidad que se declara y expresa el derecho a vivir como tal. Este sector ha sufrido la discriminación e intolerancia de una sociedad que no acepta la condición de ellos: se exige la libertad y el respeto a la heterosexualidad, pero no les otorga a ellos un lugar en la sociedad; se exige que no ofendan en su comportamiento, pero se les expulsa de las oportunidades de desarrollo profesional y laboral que como ciudadanos también poseen.
En un futuro, si entendemos y aceptamos la existencia de los homosexuales, otorgando los derechos y oportunidades que como ciudadanos se merecen en el sistema democrático de vida que deseamos consolidar, no serán necesarias ninguna campaña en contra de las actitudes y comportamientos que muestran en el fondo una mayor intolerancia y negación de la realidad. Entonces, estaremos en la posibilidad de exigir un respeto mutuo que fomente una convivencia solidaria.


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