Basta con salir a la calle, en pleno centro de la Ciudad de Mérida, en los tianguis del comercio organizado, para que el público pueda comprar y adquirir desde programas de computadora hasta películas en diversos formatos al gusto del cliente. No se requiere de contraseñas, caminar por zonas peligrosas, ni exponer la vida en un mercado ilegal. Inclusive se pueden encontrar anuncios en medios de difusión de clasificados, que ofrecen estos productos.
Por otro lado, resulta muy curioso que cuando se establece la demanda y se ejecuta la acción contra un centro productor de piratería, la autoridad logra decomisar los equipos pero sin aprehender a ninguna persona o responsable intelectual o material del ilícito, como ha sucedido más de una vez. Con los ingresos que obtienen, no creo que exista ninguna dificultad para adquirir nuevos equipos. Queda la suposición de la complicidad de las organizaciones piratas con autoridades complacientes o beneficiadas.
En otro sentido, hay quienes afirman que la piratería de películas y música trastocan los planes y proyectos de desarrollo artístico. Creo que las compañías productoras, incluyendo a los propios artistas, deben ser más conscientes de la capacidad adquisitiva de la población a quien se dirigen. El costo de una película original en formato DVD resulta más que elevado, en muchos casos el ingreso neto semanal de una persona que gana apenas el salario mínimo, al igual que los discos compactos de música.
Caso especial la piratería de programas de cómputo, cuyos costos de adquisición, por más licencia académica, rebasan el ingreso mensual de la mayoría de los potenciales usuarios.
Con respecto a la música, en alguna ocasión, escuche un comentario de una persona que compró el último disco pirata de Luis Miguel que afirmó: con lo que gana en los conciertos, no le hará mucho daño no comprar el disco original. Podrán no estar de acuerdo los productores e interesados en el combate con la piratería con el argumento anterior; pero es de notar que los ingresos de artistas consagrados resultan insultantes, para muchos que apenas y con todo el esfuerzo apenas ganan para comer y sobrevivir, y que tiene el derecho a la diversión. En contrapartida, los ingresos que se obtienen ayuda a nuevos talentos a desarrollar proyectos artísticos; pero al no ser estos de fácil percepción por los compradores, el argumento ante sus ojos pierde validez.
La piratería no se erradicará con campañas donde solo se maneje las actitudes, sino no se acompaña de acciones reales de la autoridad para el combate, acompañado de la conciencia y creatividad de las compañías productoras de ofrecer a los clientes de mecanismos para la adquisición del original más apegado a la realidad económica del país.


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