En esa ocasión, recibí un comentario por vía Internet de una persona que se contrapone a las ideas expresadas en la colaboración. Sin dejar de agradecer la expresión de los puntos de vista, que demuestran el interés y la polémica sobre el asunto en cuestión, me llama la atención el comentario por ser ejemplo de un reduccionimo ético y moral que distingue a esta sociedad.
Su cuestionamiento se resume: ¿Quién hace “más mal”: o los que se apropian de grandes fortunas por los mecanismos de producción, o los usuarios, que con la piratería se resarcen socialmente de esa injusticia?
Entonces… ¿para que respetar uno los señalamientos de tránsito si pocas personas los cumplen cabalmente? ¿o para que hacer cola, si siempre va a parecer uno que intentará colarse? ¿para que pagar impuestos, si siempre los políticos transan del erario público? ¿para que ordenar la basura o evitar tirarla a la calle por que todo mundo no lo hace?
La dignidad del comportamiento está en uno mismo, ya que somos nosotros los únicos responsables de los actos que cada quien realiza. El creyente sabe que el juicio final la rendición de cuentas es personal e intransferible, al igual que la aplicación de la justicia terrena.
Actuar o dejar de actuar por lo que hagan o no hagan los demás, es reducir el conjunto de valores que me hacen una persona auténtica y única. Evita el crecimiento de la persona y por lo tanto de la sociedad. Las reglas éticas y morales se reducen a expresiones e ideas simples, que por resultado, se devalúa la capacidad y la dignidad del comportamiento humano.
“No por que los demás se tiran al pozo, yo también me voy a tirar a el” – cuanta razón encierra la anterior frase.
En la actitud preactiva y auténtica de la persona, es ahí en donde esta el crecimiento personal que engrandece a la sociedad.

 


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.