Ahora la Iglesia Católica vuelve a temblar con la conducta impropia del sacerdote, mejor conocido como Padre Alberto, la imagen del catolicismo norteamericano, en playas públicas de Miami. Donde a la vista de todos, sin el mayor cuidado, con el descaro que raya en el cinismo irreflexivo, se dejo ver con una mujer que en bikini accedía a caricias muy íntimas del padre.
Como institución religiosa tiene fundamentos dogmáticos e ideológicos que se traducen en expresiones y conductas que deben sostenerse en la conducta de la vida. El celibato, la prohibición de tener relaciones sexuales, ha sido y es, uno de los elementos que definen la vida del sacerdote. Sabemos que al fin y al cabo, el sacerdote es un hombre, que siente, que se emociona, que piensa y razona, así como también, por la misma naturaleza del hombre, es capaz de errar y equivocarse.
No se juzga al Padre Alberto la manifestación de un enamoramiento hacia una mujer, como ahora el mismo se justifica, sino que, siendo responsable con la imagen pública ante los medios de los Estados Unidos y mundo entero, se relajo demasiado en su comportamiento faltando a lo que un día, por decisión y más por Fe, juró respetar y cumplir como norma de vida. Pero también, el sacerdocio es un compromiso con la Iglesia, que se concibe como una comunidad, donde el crecimiento espiritual les compete a todos los miembros.
Un sacerdote es un líder espiritual, que conduce a la feligresía en su camino hacia el crecimiento religioso. Como comunidad, haríamos mal en no motivar la reflexión y la retroalimentación de este evidente error humano.
Porque hoy más que nunca, cuando la desvalorización de los bienes espirituales es el principal problema que enfrentan todas las religiones del mundo. Estos tres casos que atañen a los católicos, y mucho más, por el impacto mediático del Padre Alberto que es seguido por millones de personas en todos el mundo, ponen en jaque a la Iglesia Católica.
Hoy hay expresiones que piden la reconsideración del celibato sacerdotal como un elemento anacrónico. Es cierto que la Iglesia debe evolucionar y crecer con la sociedad. A lo largo de ya 2,000 años el catolicismo ha cambiado ajustándose a los contextos culturales de la época sin perder los rasgos esenciales y fundamentales. No es posible, por el momento, discutir en el seno de la Iglesia Católica la posibilidad de dar marcha atrás al celibato obligatorio como algunos críticos pretenden.
Es lamentable para cualquier católico esta situación, netamente humana y personal, porque nos afecta a todos los creyentes. Que mal que estos personajes, ante la incertidumbre o duda sobre su condición de vida, no actuaron con prudencia. Entender una renuncia resulta mucho más sencillo y hasta comprensible, que faltar a la dignidad y al compromiso de forma escandalosa.


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