De este modo, condeno que se pretenda elevar, en primera instancia
la unión de personas homosexuales a matrimonio. No por negar el derecho
a ejercer esa preferencia sexual y la búsqueda de equidad, que no es lo
mismo que igualdad, en los derechos. Sin más bien, en la precisión de
que un matrimonio abre otras posibilidades jurídicas en cuanto a los
derechos y obligaciones. De tal manera que las ya definidas uniones de
convivencia, pacto social u otras figuras que les garantice certidumbre
con respecto a determinados derechos patrimoniales, sucesorios, e
inclusive, de salud y seguridad social, son entendibles en la lucha por
su reconocimiento.

Sin embargo, con la figura jurídica del matrimonio que lo iguala a
condiciones, situación y circunstancia social que ha imperado por miles
de años, desde que la humanidad decide vivir en sociedad como un pilar
de la misma, es caer una falacia y error. Es atentar contra principios
que hemos reconocido, inclusive en sociedades tan liberales como fueron
los griegos, cultura cuna del pensamiento occidental, donde aún con la
consabida y consentida práctica homosexual, no dejaron de darle un
lugar importante a la familia, surgida del matrimonio, como una
institución fundamental de su sociedad, por poner un ejemplo.

Lo peor es el intento de querer la adopción, como si el tener hijo
fuese un derecho de la familia para ser está plena en sus supuestas
funciones. Cuando no se considerado en el análisis y propuesta que es
el niño o niña, producto de una familia, los depositorios del derechos
de vivir y contar con una familia que les permite su crianza,
sobrevivencia y educación en la sociedad. No es requisito fundamental
de la familia el que si no tiene hijos, deja de serlo por ese hecho. La
figura de la adopción es el derecho del niño, de aquel que por ciertas
circunstancias de la vida no puede estar en un familia, siendo la
sociedad quien debe garantizarles esa posibilidad.

No sabemos que implicaciones pueda tener la crianza de un niño en
una pareja declarada homosexual. La sociedad, aún con este paso a una
supuesta equidad de derechos no está preparada para afrontar nuevos
estados de familia que le son ajenas a la realidad. Se que algunos
sostendrán que hay muchas hijos que son educados por madres, e
inclusive, padres solteros y no ha pasado nada. Así como también de
hijos que terminan homosexuales en matrimonios muy heterosexuales, como
también, muy conservadores. Lo maravilloso de la conducta humana es la
misma diversidad que puede tomar cuando ejercemos nuestra voluntad y
libertad, precisamente lo que están luchando. Pero ésta queda opacada
cuando no respetamos la decisión o derecho de los demás, como ahora, en
un contrasentido provocan en la lucha por la "equidad" una violación
los derechos de los terceros como son los niños o niñas.

Me pongo en un punto medio, en una situación donde tenemos que
reconocer los derechos de todos, de cada una de las partes, en una
justa y moral medida. Donde todos salgamos ganando como sociedad, en el
respeto y dignidad de cada uno, sin interferir en los derechos y
obligaciones de los otros. Si la diversidad ha llegado creo que podemos
vivir dentro de ella, pero sin que las decisiones de uno afecten a
otros, como en este caso, lo es aceptar la adopción en lo que por
naturaleza de especie están imposibilitados a tener hijos. No por ello
se alteran sus derechos y obligaciones en la decisión de hacer una vida
juntos.

 


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