En primera
valdría la pena cuestionar a todos aquellos que le han apostado a
querer vender la idea de una Mérida, la de antes a la administración
panista, en desorden por los gobiernos del PRI. La mayoría de los
electores son jóvenes que no conocen la historia pasada, que solo han
visto la forma en cómo hoy se gobierna la ciudad. Jóvenes que se
sienten desplazados y decepcionados de pseudopoliticos y líderes que
encabezan, desde el Palacio Municipal, programas para ellos.

Una muestra
está en la lucha de algunos sectores de estudiantes contra la
credencialización que un foro de Facebook sobre el tema, literalmente
sacaron a los que dejaron mensajes de origen y fuente panista,
recordando como la actual administración no tuvo el suficiente coraje
político para lidiar con los transportistas en beneficio de la sociedad
estudiantil, pasando el problema político al Gobierno del Estado. Estos
se sienten abandonados por César Bojórquez, por la Dirección de
Transporte Municipal, por Jesús Pérez Ballote que ya ningún comentario
se merece. Por eso fueron repudiados con la única opción de dejar de
escribir en el muro de la aplicación web ante el rechazo de centenares
de jóvenes que solo dieron a conocer su sentir.

Además, si bien
la ciudad ha crecido en infraestructura hacia el norte de la ciudad, el
snobismo ha inconformado a toda la población del sur, a los jóvenes que
no entienden porque las autoridades municipales no acuden en su
atención. La clasificación de “sur profundo” la hicieron ellos mismos,
el entonces gobernador Patricio Patrón, al anunciar aquel megaproyecto
de Metropolisur, que si bien no era mal en esencia, en el fondo todo
mundo supo, gracias al Diario de Yucatán, que las operaciones de sigilo
y beneficios a los familiares de la clase panista gobernante eran en
verdad lo que los movía, no necesariamente atender las necesidades
básicas de miles de meridanos que no tienen suficientes servicios
públicos ni la atención debida en salud.

Se entiende que
la pobreza y la miseria es muy difícil de erradicar en un sistema
económico de mercado, mucho más cuando no se lucha por los cambios
trascendentales para modificar la dependencia económica que el sistema
económico carga a cuestas. Pero esto no excluye la prioridad de
atenderla, de gestionar mejores recursos, de apoyar con programas
sociales las apremiantes necesidades de una población que cuenta con
los mismos derechos de los que si tienen. No hacerlo es caer en la
desigualdad y en la injusticia. Lo que no es ético y condenable.

Esa gente hoy
ya quiere hablar. Ya se dio cuenta que el voto si cuenta. Que se tiene
la capacidad tanto de poner como quitar gobiernos. Que nadie ya es
eterno en el poder. Que si lo desean las cosas pueden cambiar.

Este es un
entorno nuevo que abre la competencia electoral. Castigo, posibilidades
de cambio, hartazgo, pobreza, falta de atención, decepción en los que
hoy gobiernan en la ciudad. Un cóctel que configuran lo que sin duda
será la madre de todas las batallas: la elección del 2010, por no solo
jugarse la Alcaldía, sino cambiar la visión de gobierno.

 


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