Definitivamente las generaciones del ayer y de hoy son muy diferentes. En un pasado no muy lejano, ante tanta carencia social no había más remedio que buscar la forma de cómo satisfacer las necesidades básicas. Siendo el trabajo la fuente de las aquéllas, se formaron generaciones que no tenían miedo al trabajo esforzado y comprometido, que no era sólo exclusivo para un sexo, sino que ambos, hombres y mujeres, contribuyeron con su actividad productiva a avanzar económicamente.

En lo que sería un círculo vicioso, el avance económico de hoy gente adulta, los padres de familia que se esforzaron no quieren dar a sus hijos una vida privativa como la que aquéllos sufrieron. De tal manera la educación hacia el trabajo fue reemplazada por la búsqueda de la comodidad en donde era seguro que siempre se cuenta con el apoyo de los progenitores. Tal hecho con todo y su efecto ha provocado la conformación de una generación resguardada en una inmensa burbuja que protege en exceso, que consiente sin límites, y por causa directa, no fomentan la conciencia y el gusto hacia el trabajo.

Pero la educación es multifactorial. Por lo que no toda la responsabilidad es de la formación de los padres de familia. Otro elemento que ha sido crucial, aunque no único, lo constituyen los medios de comunicación que privilegian modelos muy alejados de lo que es el trabajo y la superación personal o profesional. Los programas que son accesibles desde la pubertad rayan en la insolencia y la estupidez, donde la segunda se privilegia por encima de la inteligencia, o por lo menos, del sentido común. Un comercio que ensalza la idiotez y el conformismo, que crea héroes sin mayor sentido o trascendencia personal y social.

En este punto es fácil decir y afirmar que todos tenemos culpa de que esto sea así. La responsabilidad no puede privativa de sólo un sector como el gobierno, o los medios de comunicación, o la educación, o la familia, o los grupos sociales. Todos, en la incapacidad de entender el entorno y actuar con prudencia, hemos permitido que estos modelos sociales sean atractivos para los jóvenes que sin tener una guía o modelo toman lo que les conviene: la cultura del mínimo esfuerzo.

Desconozco cuál puede ser una característica confiable de cómo se conforma porcentualmente en comparación con el universo poblacional. Lo que es cierto es que el problema existe, y si no se hace nada al respecto, la tasa de ni nis ira creciendo cada día más, con el efecto, de cada vez un problema mayor que como sociedad no es fácil de aguantar por el costo de mantener auténticos vividores o zánganos que no hacen nada por su país.

Debemos por lo tanto asumir una actitud más proactiva a favor de la formación de la conciencia del trabajo. Para los órganos del Estado ya no deben preocuparse tanto en quién o cuántos votan por unos u otros, sino en verdaderos programas de emprendedores y de cultivo de artes, así como también, del fomento del deporte. Las escuelas deben ser más dinámicas, olvidarse de la formación magistral para dar camino hacia el uso de la tecnología que haga el proceso más atractivo para los jóvenes. Las familias deben inculcar desde los más pequeños más la responsabilidad, elemento complementario de los derechos, para que desde un estado de desarrollo inicial se contemple el trabajo como algo bueno y fortificante en la personalidad del individuo.

Los medios de comunicación deben cambiar su enfoque de hacer televisión. No tanto se acongojarse por los ratings para justificar el mundo revés de la idiotez por contenido más familiares, más propositivo, con más valores que inculquen una respeto a uno mismo como a la sociedad, de tal manera, que el joven se sienta con la confianza en su propia formación y comprometido consigo mismo, valorar lo que es la vida misma y lo que en realidad, como humanos, lo que podemos hacer con ella.
 


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