democraciaAlgo está pasando en México sin ninguna duda. Lo que sucedió en el inicio del Teletón y su posterior análisis merece darnos un tiempo para reflexionar sobre los últimos acontecimientos que nos están marcando. Para sus detractores han tenido semilla para la crítica en la esposa del presidente, en su pasado histriónico y vinculación con Televisa. Los hechos de la “Casa Blanca” han marcado en los últimos días un férreo y despiadado reproche. Aquí no ha importado si se han dado o evidenciado con documentos los hechos relacionados. El que quiere denostar tiene la excusa para mantener un ataque sistemático y reprobatorio contra la presidencia de México.

Al llegar el Teletón las críticas se recrudecieron. Al quite salió Eugenio Derbez, quien hizo un llamado muy a su estilo cómico pero sin perder la congruencia crítica que también ha expresado en otros momentos. No le pareció importar que estuviera enfrente de Emilio Azcarraga Jean, dueño de la televisora de San Ángel. Derbez dijo lo que dijo sin que le aplique la censura de cortar la transmisión. Al parecer el Teletón era más grande que mantener que el peligro de suponer un ejercicio de crítica interna en una figura pública reconocida y que está íntimamente vinculada con la empresa televisiva.

Hay quien ha entendido e interpretado en este acto un desquite de la televisora por las explicaciones de la primera dama con respecto a la Casa Blanca, donde la televisora cargo en sus hombros con el peso de la justificación del origen de aquélla. Sin embargo, el presidente igualmente sorprendió el pasado domingo al reconocer, durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Veracruz, a Televisa por los contenido en español y ser punta de lanza de colocar lo mexicano en el escenario internacional.

¿Qué es lo que está sucediendo en México?

Queda claro que por la democratización de las redes sociales las instituciones del país se han doblegado a la crítica. No hay otro camino que llevar a la reflexión interna para responder a los condicionamientos sociales que se imponen en la sociedad y son difundidos masivamente por medio de las redes sociales.

Esto no significa que los reclamos de las redes sociales se fundamenten en la racionalidad y la argumentación crítica que busca la verdad de las cosas. En sentido amplio estamos viviendo un proceso de relativismo que provoca que cualquier pueda pensar lo que quiera, decir lo que piensa y defender lo que suponga. Lo malo es que se desdeña el interés colectivo por el interés personal. Es la consolidación del relativismo en la aplicación de la política, de la moral y la sociedad.

Los poderes fácticos hoy son cuestionados y no queda más que responder en lo que se considere justo. Pero vemos como lo que se responda cae igualmente en la descalificación. Nadie ya quiere creer nada que no sea salido de sus propias ideas.

Veamos el caso de la explicación de la Casa Blanca. Si el presidente no hablaba mal por ello. Cuando anunció que iba a ser la primera dama, Angélica Rivera, la que daría la explicación no falta quien cuestionara que el presidente se ocultaba bajo las faldas de su mujer. Cuando por fin s dan las explicaciones no le creyó, se le cuestionó y burlo.

¿Entonces para que dar explicaciones? ¿De qué sirve entablar un diálogo franco y directo cuando de antemano ya existe la descalificación de lo que se diga y sostenga?

Lo mismo con el procurador de justicia que con Eugenio Derbez, como cualquier otro que pretenda decir algo contrario a uno. Inmediatamente surge la violencia, la descalificación, denostación. El acusar a uno se estar al servicio de un sistema, de un partido, un “chayote” o ser simplemente un vendido.

¿Es este el camino de la democracia que queremos construir para México?

Lo que podemos ver entonces que el problema ya no es si gobierno el PAN o el PRD. No es cuestión de colores o ideologías. De nada sirve la diferencia en una democracia si no hay en el fondo el respeto a la misma. Así es difícil encontrar las coincidencias en un proyecto de nación donde todos cuenten, que todos se sumen a pesar de las naturales divergencias.

Estamos sin duda ante un riesgo, más que de gobierno, sino del sistema político mismo: la propia democracia.

AL CALCE. Vean el caso Adán Cortés Salas. Un mexicano de 21 años que tiene todo el derecho de hacer protestas por las cuestiones de México. Pero no se vale que se manche el país por interrumpir una ceremonia protocolaria como es la entrega de los premio Nobel. Eso es una falta de respeto a un país que en sentido amplio no tiene la culpa de que está sucediendo en el país. Muy posiblemente lo alabaran los detractores por su valentía. Pero es claro que la violentar a la sociedad, y más en un país extranjero, no es el camino.


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