La reciente divulgación de los resultados de la evaluación PISA en México ha encendido las alarmas sobre el estado de nuestra educación. En el informe, México ha descendido 14 puntos de calificación en las áreas de matemáticas, lectura y ciencias, obteniendo 395 puntos, en comparación con los 409 puntos alcanzados en 2018 durante los tiempos neoliberales. Aunque es innegable que la pandemia y el consecuente confinamiento han afectado a los estudiantes, no podemos limitar el análisis únicamente a este factor.

El gobierno actual ha enfrentado los desafíos educativos de manera insuficiente. Si bien la pandemia ha influido en la disciplina y participación de los estudiantes, no es el único culpable del rezago educativo. El énfasis histórico en la cobertura y permanencia ha eclipsado la evaluación de la calidad de los aprendizajes, la asimilación de contenidos y el desarrollo de habilidades. La promoción automática, basada en el derecho a la educación, ha llevado a la supresión de la disciplina del estudio y la evaluación cognitiva, esenciales para la formación de profesionales competentes.

Es crucial reconocer que vivimos en un mundo globalizado, donde el intercambio económico, social y cultural es inevitable. Sin embargo, la actual administración ha rechazado el concepto de competencia en la educación, considerándolo neoliberal. La reforma educativa de la Cuarta Transformación estableció en el artículo 3° constitucional la meta de alcanzar la “excelencia educativa“. No obstante, el retroceso de México en los resultados de PISA a nivel mundial confirma que esta aspiración carece de una aplicación práctica efectiva.

Tengamos muy en cuenta que la competencia no solo impulsa el desarrollo individual, sino que también permite abordar problemas sociales de manera efectiva. La actual política educativa ha descuidado el fomento de competencias, dejando a los estudiantes sin las capacidades necesarias para enfrentar los desafíos del mundo tecnológico y global actual.

El retroceso educativo no es solo consecuencia de la pandemia, sino de políticas educativas que promueven el conformismo y desestiman el progreso y la ciencia. Un enfoque en la mejora de la educación es esencial para el desarrollo de la población y el progreso social. En este sentido, la administración actual debería reconsiderar su postura y reconocer que una educación de calidad es fundamental para el avance de la sociedad.

En conclusión, la situación actual requiere una evaluación profunda y medidas correctivas. Además de abordar los efectos de la pandemia, es fundamental revisar y ajustar las políticas educativas para priorizar la calidad de la enseñanza, el desarrollo de competencias y la preparación de los estudiantes para los desafíos del siglo XXI.”

 


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